miércoles, 6 de agosto de 2008

ALVARO MARIN /POEMAS


Álvaro Marin es un poeta caldense y colombiano en toda la extensión geográfica de su poesía. Participó en el pasado Festival Internacional de poesía de Medellín con una obra luminosa, veteada de elementos minerales y de botánica del dolor. Sus recorridos literarios por las cordilleras, los valles de las tierras bajas y los ríos en donde una tectónica abre grutas y filones a sus versos y una telúrica de peso se impone, haciendo ceder los elementos de las riveras de sus textos. En su poesía se puede percibir la lluvia y las granizadas, los derrumbes y los cataclismos de un país que en guerra trata de entonar un salmo de esperanza. Su arte poético, en algunos momentos, nos recuerda las marchas al exilio y la muerte de los próceres de nuestra republica (Bolívar) y otras veces nos narra, con la metódica observación de un botánico de la primera expedición, el deslumbramiento por una tierra que se niega a morir en el absurdo de la belleza y de la sangre. Una literatura de variados matices en donde al fondo se percibe un confrontación civil, un conflicto social y existencial que el poeta trata de abordar desde la estética de los hombres golpeados por el dolor, mas no vencidos. Poesía que en sus estructuras luminosas, nos traen la luz cegadora y la sombra tostada de nuestra martirizada patria.
Obra:
Jinete de sombras
La noche Líquida
La brújula no quiere marcar más el norte
Ha colaborado en :
Le monde diplomatique
periódicos “Desde Abajo” y “Periferia”
colabora permanentemente en la revista Cepa

Para la revista GRIFFOS una muestra de su trabajo: Un Ensayo y más abajo sus poemas

CAMBIAR EL MUNDO DESDE LA POESÍA
Una ola de poesía recorre el mundo, y a la embustera pregunta que indaga si el hombre es un ser para la muerte o para la vida, responde desde la imaginación y desde una realidad dolida: queremos crear un nuevo ser, un ser para la imaginación, para la justicia, para la celebración de la vida. Es un hecho que esta civilización en crisis está pidiendo respuestas que no pueden venir del mundo simplificado del hombre visto sólo como productor de objetos; hoy la necesidad humana, la sed de justicia, excede el sentido del hombre para la subsistencia. No queremos una vida solo para transformar la naturaleza, o para contemplarla de manera pasiva. Queremos una vida junto a la naturaleza, queremos un ser para la existencia y la defensa de la vida y la naturaleza, no un ser para la contemplación o el expolio.


Queremos un Movimiento poético compartido, con la manada humana, la colectividad. No el paso solitario del búfalo herido que se pudre en silencio, el individuo que echa a perder su tiempo en el solipsismo para irse a morir al patio trasero. Nuestra casa es la tierra y vamos a llenarla de poesía para espantar a la muerte, para conjurar el terror. Corriente arriba como los salmones que buscan el mayor grado de oxígeno, como los hombres y mujeres buscadores de luz. Vamos por el fuego que nos ha sido raptado, por la palabra justa, por el llamado a transformar el mundo y a cambiar la vida.


Vamos a llenar las calles de Colombia y el mundo de poesía y vamos a volver a sacralizar la vida. No es la guerra lo que llama a los creadores sino la defensa de la dignidad humana, el juego de las posibilidades, no la renuncia y el ensimismamiento. Vamos hacia la plenitud del mundo que se abre todos los días y vamos a empezar por nuestra propia aldea. Vamos a hacer del Movimiento un tambor, un gran tambor, el tambor resonante de nuestros corazones que se alista para el primer llamado.


CANCIÓN PARA ELIANA

Y tú, niña, no te quejas si el cielo oscurece.
Juegas a las lamparillas bajo una manta de sombras
bajo un cielo de alas negras. Y si el día arde,
y si los fogonazos de la guerra incendian el sol
sigues indiferente en el juego, en el no saber que el hombre
es un ser oscuro
que caza aves, que caza hombres.
Es mejor que no lo sepas. Yo quiero ser como tú
Yo quiero ignorar el país de los muertos,
donde un ave que pasa
puede ser el alma de un cuerpo segmentado.
El alma coja
De alguien que abandonó la tierra,
que trabajó la tierra,
que fue hundido
en la tierra.
¿Y por qué digo cosas tan tristes para una niña?
Porque la dureza ha fundado un imperio
Porque el juego de los niños ha sido suspendido
y de la selva huyen garzas con las alas en llamas.
Porque hablo desde el abismo.
Cosa terrible es hablar desde el abismo,
las palabras salen con tierra.
Yo excavo en mi aridez interior
hasta la más profunda de mis soledades,
hasta la soledad de ti.
Y sin embargo
hay una dulce gota
y una luz de azafrán en tus labios durmientes.
Tengo que confesar que estoy muerto,
estoy muerto, y canto. Te canto a ti niña, una dulce canción,
porque duermes, porque no entiendes todavía lo que pasa:
Sin el mediodía el infinito no es,
Sin la altura el espacio naufraga.
Recuerda Eliana la luz del sol
Es el reflejo de la luz de tus días
No hay muerte
Esas aves que surcan el cielo
Revuelan liberadas de tu risa.
Eres música y silencio
de la oscura tierra el color de las flores
del profundo misterio la claridad.
Dime si te gusta este ramo de girasoles
bajo el claro de luna.
También tu sombra es una niña
Que juega a ocultarse más allá del mar.
No hay muerte
Hay la llama que enciende los días
Las olas trazadas en la hoja
en donde te dibujas niña que ya no estás.
Regresas al silencio por un arco de estrellas
Aprendes, como querías,
El arte de danzar y volar al mismo tiempo.
Vuelves
Al sitio de donde venías con un ramo de luz
A espantar la luna de la muerte.
Eres la flor de una planta que en la tierra no crece
Cantas tus días en el lugar sin nombre.
Eliana, salva estos abismos
Huye de este frío que quiebra las alas
de las mariposas.
Los callados árboles te observan
Cómo pasas veloz en la danza del amanecer.
Navegas en el barco de vela que dibujas
Y lanzas una rosa de bengalas
Sobre esta noche oscura.
No hay muerte
Hay nube y árbol y pájaro en silencio
Hay la niña y la madre ocultadas,
no para siempre.
Sólo por esta noche.
Hay mariposa y sol
Cubiertos por la sombra
que será a su vez ocultada.
Ahora entiendo lo que es la luz
Que rompe en silencio la oscura dureza
Eres el árbol contra la niebla,
El ave contra la noche.
¿En dónde abres ahora tus alas de niña?
En dónde cantas y ríes ahora
Que forman cirios las nubes y
Se toman el aire crueles pájaros rojos.
Los cometas, y los peces de tinta
vienen preguntando por ti.
Dime, ahora qué les digo,
dime ahora dónde voy a encontrarte.
***
Mejor nos vamos que esta gente aquí no nos quiere,
sube a la bestia silenciosa de este tiempo.
Nos podemos perder entre sus pliegues,
por los escombros de una nave derribada
en cualquier fragmento de hojalata.
Huir por la hendidura del tiempo en el espacio,
entre las llamas del medio día o entre una herida del sol.
Montar a pelo el viento donde arrojamos la semilla,
por esa playa de Santa Marta por donde huyó el que aró en el mar.
Abandonar este abismo donde el sol muere,
huir de estas llamas que se agitan como el látigo
del tiempo perdido.
Colombia es una niña a quien todos atormentamos
el tiempo es el golpeteo de sus manos, y el sol una amenaza.
Hasta la niebla parece venir de abajo,
desde la oscura entraña de los holocaustos,
del fango y las lianas intransitables que nos acogen.
Ayer asesinaron, hoy es la fiesta,
la sangre es el verbo que se consuma.
¿Y acaso no hay otro lugar adónde ir?
No hay lugar.
Sólo existe esta herida: el cuerpo quebrado de la niña
como cáscara, como hueso de ave, como aire de nadie
como pájaro que ha perdido el poder del vuelo.
Y mi niña me pregunta cómo ha sido este día

entonces esquivo la respuesta con un juego de palabras
cualquier juego, todos jugamos a la nada.
Y sin embargo veo un frente de luz.
Y yo le digo que hoy
cuando el sol vetea el día con sus lanzas doradas
miramos el horizonte por infinitésima vez
en el viento cálido que traen los meses claros.
Cantamos para que la luz sea,
también la luz tiene su parentela.
La luz, ya se dijo, es hija de las palabras
pero también es hija del canto, y de la danza.
Cantamos para encender la llama al fondo de la noche.



Crónica del paso de la cordillera
(Fragmento)

Cabezas clavadas en las puntas de las lanzas
nos muestran que no somos los primeros
en intentar el paso de la piedra empinada.
La realidad es feroz, lo monstruoso domina
por el terror: la realidad pura, la estrecha realidad
de la muerte representada como cabeza lanceada
es una forma del terror.
Vamos, unos dormidos, otros sonámbulos;
otros deliran: “esta es la historia” dice el moribundo entre los brazos de su mujer, “esta es la historia,
es el paso de la cordillera en el año de 1819”.
Desvaría, el pobre delira.
Y alguien pregunta por los hombres talados,
por los cuerpos arrojados al río: es la mujer,
la fantasma loca, la esposa del supliciado.
¿Quién viaja por estas laderas de muerte?
Pasan los arrieros del viento
con sus recuas de mulas hacia la colina incendiada.
Las toscas medialunas de las herraduras
tachonan la noche de verdinegra melancolía:
mulas de fuego y mansedumbre,
mulas de grano y de arsenal,
monturas del relámpago, mulas de oro,
grises mulas de sombra y camisas sangrantes.

Bestias de dios en la procesión silenciosa,
en el misterio de no saber
hacia donde llevan nuestro cuerpo talado
como un tronco de árbol.
Cadáveres al lomo de la niebla
jinetean el páramo y la ardiente playa.
Y estas medialunas
relumbran sobre el pan amargo
y sobre las cuerdas reventadas
que los músicos ya no saben pulsar:
los dedos separados del pie,
los ojos ya fuera de sus cuencos.
Pasan los frutos desprendidos del árbol,
y es realmente el cuerpo de Colombia
el que pasa en andas
sobre el lomo de los caminantes
en la fiesta del Corpus




Crónica de las tierras bajas

Del río grande y generoso
salen ahora las canastillas de mimbre ya sin peces: el mimbre solo como las costillas de la res
bajo las alas negras de los zamuros.
Oscuras nubes persiguen la ceiba cargada de luz, pájaros incendiados vuelan de la casa en llamas
y cuando llega la noche
la obsidiana corta el cuello resplandeciente
de los venados.
Nacido de la mano del hombre el cuchillo desciende y en el asa trae las manos de vengativos dioses.
La creciente levanta grandes y pesadas piedras,
y baja de las altas montañas gruesos árboles
que se sumergen de pie en el mar;
pero en la ciudad
los desterrados son la espuma de la creciente, extrañados viven bajo el techo del cielo,
y tienen una niña que se llama luz,
un perro que se llama celeste
y un destino arrojado a las brasas del sol.


DESEO

Podría decir cielo de plata o luna azul
Pero esa no es mi voz
Y si dibujo una estrella es solo
Para ahuyentar mi sombra
Adivina de la noche descifra esta agua
Soy el mar solo acercándose a tus orillas solas
Y hoy quisiera hacer de mi voz un mar de luz
Para la sed de tu noche
Que mis pasos tengan la resonancia del alba
Cuando busco tu huella
Y no el abandono del sol suicidándose
Al final de la tarde
Que mis palabras sean un rumor de alas
Y en el momento de escribir la palabra amor surja
Una bandada de pájaros que silencie el ruido
De los huesos del aire
Y si es por la danza de mis aguas en la noche de tu cuerpo
Que el deseo nos devuelva la dulce y dolorosa memoria
Del paraíso perdido.



Álvaro Marín