domingo, 17 de febrero de 2013

JIM MORRISON "UNA PLEGARIA AMERICANA"



















UNA PLEGARIA AMERICANA

¿Sabés del cálido progreso
                   bajo las estrellas?
¿Sabés que existimos?
¿Has olvidado las llaves
                   del Reino
¿ Ya has nacido 
            & estás vivo?


Vamos a reinventar a los dioses, todos los mitos
                                                           de las edades
Celebremos los símbolos de los profundos y más viejos bosques
[Has olvidado las lecciones
                         de la antigua guerra]


Necesitamos grandes copulaciones doradas


Los padres están cacareando en los árboles del bosque
Nuestra madre está muerta en el mar

Sabés que estamos siendo guiados a
            la masacre por plácidos almirantes
& que gordos generales lentos se vuelven 
            obscenos con sangre joven
 
Sabés que estamos dominados por la TV
La luna es una bestia de sangre seca
Bandas guerrilleras están pasando números
            en la próxima cuadra de la vid verde
acumulando para el combate contra pastores inocentes 
            que sólo están muriendo 


Oh gran creador del ser
concédenos una hora más para
            representar nuestro arte
           & perfeccionar nuestras vidas

Las polillas & los ateos son doblemente divinos
            & murientes
Vivimos, morimos
&  la muerte no acaba
Viajamos más hacia la 
     Pesadilla
Aferrate a la vida
     nuestra pasión florecería
Aferrate a las conchas y las pijas
     de la desesperación
Tuvimos nuestra visión final
     por gonorrea
La ingle de Colón
           se llenó d/ muerte verde
 
(Toqué su pierna
            & la muerte sonrió)
 
Nos hemos reunido dentro de este antiguo
     & insano teatro
Para propagar nuestra lujuria por la vida
     & huir de la sabiduría trepadora
                          de las calles
Los establos son asaltados
Las ventanas mantenidas
Y sólo una de todo el resto
Para bailar & salvarnos
C/ la divina farsa
     de las palabras 
La música inflama el temperamento

         (Cuando los verdaderos asesinos del Rey
            tienen permiso para deambular libres
            unos 1000 Magos se levantan
                en la tierra)


Dónde están los banquetes
      que nos prometieron
Dónde está el vino
       El Vino Nuevo 
              (muriendo sobre  la vid)
farsa residente
danos una hora para la magia
Nosotros del guante púrpura
Nosotros del vuelo de estornino
& la hora de terciopelo
Nosotros de la raza de los placeres arábigos
Nosotros de la cúpula del sol & la noche

Danos un Credo
Para creer
Una noche de Lujuria
Danos confianza en
La Noche

Danos de color
cientos matices
una suntuosa mandala
para mí & para vos

& para tu sedosa
almohadonada casa
una cabeza, sabiduría
& una cama

Problemática sentencia
Farsa residente
te reclamó

Solíamos creer
en los buenos viejos días
Todavía recibimos
En pequeñas formas

Las Cosas de la Calidez
& un tramposo sudor
Permite y olvida

¿Sabías que la libertad existe
            en un libro escolar? 
¿Sabías que hombres locos están
            manejando nuestra prisión
dentro de una cárcel, dentro de un presidio
dentro de una blanca libre protestante 
Turbulencia

Estamos colgados de cabeza
            en el borde del aburrimiento
Estamos alcanzando la muerte
            al final de una vela
Estamos intentando algo
            que ya nos ha encontrado


Podemos inventar Reinos sólo para nosotros
grandes tronos púrpuras, esas sillas de la lujuria
y el amor que debemos, en camas de óxido
 
Cerradura de puertas de acero en los gritos de los prisioneros
& muzak, AM, sacuden sus sueños
No hay plegarias de hombres blancos para izar vigas
mientras los ángeles burlones tamizan lo que parece
 
Ser un collage de polvo de revista
Arañados sobre la frente de paredes de confianza
Esto sólo es la cárcel para aquellos que deben
levantarse a la mañana y pelear por semejantes
 
principios inutilizables
mientras las doncellas lloronas
lucen muecas y penuria 
desvarían por un loco
personal
 
Ay, estoy cansado de la duda
Vivir en la luz de lo cierto
Sur


Crueles ataduras
Los sirvientes tienen el poder
hombres-perro y sus mezquinas mujeres
cubriendo con pobres sábanas blancas
a nuestros marineros
(y dónde estabas en nuestra 
         Delgada hora)
¿Ordeñando tu bigote
o picando una flor?
Estoy cansado de las caras severas
Mirándome desde la torre 
de T.V. Quiero rosas en
mi jardín mirador;   ¿entendés?
Bebés reales, rubíes
deben ahora reemplazar abortados
extraños en el barro
Estos mutantes, sangre-alimento
para la planta que es arada 
Ellos están esperando para llevarnos dentro
                            del jardín amputado
Sabés cuán pálida y alada sin sentido 
            viene la muerte en una extraña hora 
            no anunciada, no planeada
como una invitada atemorizante muy amistosa que 
            llevaste a la cama
La muerte hace ángeles de todos nosotros
           y nos da alas
donde teníamos hombros
            suaves como las garras
                           de los cuervos


No más dinero, no más disfraces exóticos
Este otro Reino parece por lejos el mejor
hasta que su otra mandíbula revele el incesto
y desate la obediencia a una ley vegetal


No iré
Prefiero una Fiesta de Amigos
A la Familia Gigante
 
 
II

Cristo gritando fenomenal
Upsy-daisy
Perezosa María despertarás
en una mañana de domingo
 
“La película comenzará en cinco momentos”
Anunció la Voz sin mente
“Todos aquellos sin asiento deberán esperar
El próximo show”
 
Nosotros enfilamos lenta, lánguidamente
hacia el hall. El auditorio 
era vasto, y silencioso,
Mientras nos sentamos y éramos oscurecidos
La Voz continuó:
 
“El programa para esta noche 
no es nuevo. Ustedes han visto
Este entretenimiento una & otra vez.
Ustedes han visto su nacimiento, su
vida y muerte; tal vez recuerden
todo el resto –(¿tuvieron 
un buen mundo cuando
murieron?)–¿suficiente para basar 
en él una película?”
 
Una risa de hierro golpeó nuestras   
mentes como un puño.
 
Estoy saliendo de acá
¿A dónde vas?
Al otro lado de la mañana
Por favor, no persigas a las nubes
pagodas, templos
 
Su concha lo tiene agarrado
como una amigable, cálida 
mano.
 
“Está todo bien.
Todos tus amigos están acá.”
 
¿Cuándo puedo verlos?
“Después de que hayas comido”
No tengo hambre
“O, quisimos decir golpeado”


Flujo de plata, grito plateado,
Concentración imposible
 
Acá vienen los comediantes
observalos sonreír
Miralos bailar
una danza india
 
Observalos gesticular
Cuánto aplomo
Para gesticular a todos
 
Que las palabras disimulan 
Que las palabras sean rápidas
Que las palabras sean palos caminantes
 
Plantalas
Ellas crecerán
Miralas mecerse
 
Siempre seré
un hombre de palabra 
Mejor que un hombre pájaro
 
Pero cobraré
No podré escapar
sin depositar un dólar
 
Puedo decirlo de nuevo
en voz alta, vos entendés el punto
No hay comida sin aumento de combustible
 
Yo seré, el enérgico irlandés
mi pico desencadenado 
en cumbre de poderes
 
Oh mujer, desencadena
tu peinado preocupado 
 
Oh mente preocupada 
 
Pecado en la caída
Región apartada por la persiana
 
Ella huele una deuda  
en mi nuevo collar 
 
Prosa arrogante
Atada en la cadena de una rápida búsqueda
De ahí la obsesión
 
Es agudo admitir
Rápido ritmo prestado
Una mujer vino entre ella/os
 
Mujeres del mundo únanse
Hagan al mundo seguro
Por una vida escandalosa
 
Jee Jeee
Cortate el cuello
La vida es una broma
 
Tu esposa está en el foso
El mismo bote
Acá llega la cabra
 
Sangre Sangre Sangre Sangre
Están haciendo una broma
De nuestro universo
 
 
 
III
 
Caja de fósforos
Sos más real que yo
Te voy a quemar, & dejarte libre
Lloradas lágrimas amargas
Cortesía excesiva
No olvidaré
 
 
 
IV
 
Una astilla caliente de lava floreció,
Hirviendo & crujiendo.
La cara de papel.
Máscara-espejo, te quiero espejo.
 
Le lavaron el cerebro durante 4 hs.
El  LT. Lo confundió otra vez
   “listo para hablar”
“No señor” –fue todo lo que ha dicho.
         Volvé al gimnasio.
         Muy tranquilo
         Meditación
 
Base aérea en el desierto
teniendo cuidado con las nubes venecianas
un avión 
una flor del desierto
viñetas frescas
 
El descanso del Mundo
es temerario & peligroso
Mirá hacia los 
burdeles  
películas porno
Exploración
 
 
 
V
 
Un barco deja el puerto  
caballo mezquino de otro matorral
detonador del deseo
despreciá al zorro de metal


 Traducción: Mirta Nicolás

lunes, 11 de febrero de 2013

"EL VUELO DE KLEIN"














Por Omar García Ramírez

   Su cuerpo arqueado en gris y negro, un buitre surrealista o un pájaro dadá con las alas extendidas en un esfuerzo de gimnasia oriental. La cara al cielo gris plomizo; la calle al fondo (un hombre que circula sobre una bicicleta), un hombrecito ajeno al vuelo de este ejecutivo artista que se lanza desde el borde de una casa en Calle Gentil-Bernard, Fontenay-aux-Roses de los suburbios parisinos. El hombre que se aleja pegado a la tierra, rueda en equilibrio; el otro, el que vuela, parece levantarse hacia una metáfora, una imagen potente que quedará más allá de su muerte.

   Una vieja revista de L´oeil. (La había encontrado en un mercadillo de segunda). El texto mínimo; Le saut dans le vide. Fotografía en blanco y negro magnífica. Entonces, de alguna manera, supe que el arte también había tenido instantes para una poesía secreta. A pesar de que muchas veces en la deriva de sus búsquedas, había terminado aislado en una vitrina de cristal ––calavera con diamantes y ribetes de oro––; otras veces, había   ejecutado casi desnudo uno de sus gestos más auténticos.

   Se avecina un golpe al parecer; Pero es solo una amenaza suspendida. El golpe nunca existirá ya que ese vuelo sería pura contención, dinámica sostenida sobre un gesto poético, instante de un ascenso, ruptura con la gravedad pedestre; una estampa de aire sostenido antes de la caída. No es Icarus cercano al sol y quemándose. No se ven alas adosadas a su espalda; no hay un arnés; no se ve una cuerda de funámbulo. Solo el gris en perspectiva, pero aun así el gesto es limpio y verdadero; ideograma trazado por el pincel corporal del artista buscando el instante de una inmortalidad que perece en el vacío, se contorsiona y muere en el mar plomizo del cielo; tiene como dura frontera el suelo del pavimento. El albatros sabe que en su estomago quema un sol denso y debe alimentar su espíritu de algo que le lleve hasta su próxima estación.

   El marco referencial y periodístico reitera: el 27 de noviembre de 1960: Yves Klein, El pintor del espacio se lanza en el vacío. La imagen es mundialmente conocida: un icono artístico del siglo veinte. El autor de la célebre exposición “Vacío”, en Paris un año antes, se encuentra en su elemento.

   Yves Klein (Niza, 1928; París, 1962),  autor de las grandes telas monócromas azules (sedimentos texturados de un pigmento que él había bautizado como  International Klein Blue (IKB), así como de las “Antropometrías”, telas resultantes de la utilización por el artista, de modelos desnudas bañadas en pinturas, ––epidermis humectadas, pinceles vivientes––, huellas dinámicas del cuerpo femenino en contacto con las telas.

   El artista judoka, pintor de medios extremos como el fuego (lanzallamas), y otros experimentos de autopromoción que lo emparentaron desde muy joven con las corrientes vanguardistas europeas. Necesitó solo ocho años para hacer toda su obra y morir muy joven a los 34.
  
   Pero es ese único y definitivo performance el que nos interesa, el que mantiene hasta nuestros días su aura poética. Aquel foto-montaje (ya se sabe; se trata de una fotografía retocada, elaborada en lo técnico por Harry Shunk y Janos Kender) que aparece en la portada de Dimanche, Journal d’un seul jour, una publicación efímera donde el artista es el único redactor. Un diario, Dimanche. Una foto en su portada. Un título en letras grandes; cuando se distribuyó por las calles parisinas creo el efecto de lo sensacional.

   Antes de este salto famoso, parece que hubo otro no muy conocido y destinado a perecer o a sobrevivir entre la anécdota y la leyenda urbana. El vuelo de Klein fue concebido en casa de una amiga ––dicen por ahí––, tal vez una pequeña galería de arte. Leí después sobre anécdotas mezcladas con la leyenda: rostros sangrantes, tobillos desencajados. (Al parecer un acto limpio y perfecto no se elabora de la noche a la mañana sin algunas contusiones de práctica y ensayo).

   Mucho tiempo después, se conocieron los aspectos secretos del salto: un grupo de amigos de un club de judo lo esperaban a la caída con una manta tensada, y otros más pintorescos que rodearon esta acción. A pesar del revelamiento, esta no perdió fuerza y al contrario se elevó dentro del espacio imaginario de las prácticas del arte contemporáneo. Algo que movió por un instante las fronteras del gesto y el performance. La forma en que el hombre corriente podría llegar a levantar el vuelo liberándose de unas cadenas imaginarias.

   Aquí abajo, partículas de polvo pegado a los zapatos, allí arriba era solo el aire y la vida suspendida de un soplo. Se sabe, que había entrenado con artistas marciales japoneses y que supo ocultar los rudimentos técnicos de aquel evento. Muchos artistas después intentaron emularlo, no conocían la historia completa y se dieron de narices en el suelo, se golpearon y destrozaron la cara y las costillas.* Creían que el salto era real, no comprendieron que el salto era un símbolo en una época en donde el hombre se decía estaba próximo a llegar a la luna. En una época en donde la guerra fría se diseñaba en los laboratorios de tecnología militar, en los hangares de la carreara espacial, en los estudios de propaganda cinematográfica (en donde posiblemente se recrearon algunos viajes a la luna) y en los campos de batallas del sudeste asiático.

   Ese era el vuelo, un frame de una película eterna, el loop de una cinta que nunca terminaba, el plano general de un artista conquistándose así mismo en medio de un vendaval. Una tormenta de silencio, bajo una luz gris y plomiza; monotonía de una calle que no llevaba a ninguna parte. Y al final un interrogante que podía terminar en sangre. Luego, Ives Klein, buscaría como alquimista, otros elementos, las tierras del nigredo, el fuego, el agua, el vacío, pero solo esa pintura aérea esa boddy-airpainting-performance; esa declaración de vuelo lo haría inmortal.

   Creo que fue a los 18 años que contemplé por vez primera aquella revista de arte en donde se rendía homenaje a Ives Klein y me dí cuenta que algo cercano a la epifanía había iluminado mi cerebro, tal vez por la cercanía de esa fotografía con la muerte. La caída. No una chute como la de Camus; Era una caída para la búsqueda de una redención poética, era la caída del artista buscando su propia muerte inmortalizada de un gesto. Seppuko ritual de un cuerpo en gris. Si el salto hubiese sido desnudo le habría dotado de otra connotaciones: míticas, heroicas, antropológicas, cercanas a la leyenda y a la saga; pero al hacerlo vestido con el traje de la época, llevó esa poética al hombre de la calle, al espíritu que sucumbía a esa nueva era exacerbada de tecnología y progreso despiadado. Después de los bárbaros vendrían los sueños de un mundo feliz. El hombre siempre habría querido lanzarse y flotar confortablemente sobre una nube, o caer al vacío sin remisión; más tarde, el mismo arte que alguna vez admiré, parecía caer el al vacío de una nada segura, una confortable estancia de una feria de arte en donde todo era ruido silencioso de los cajeros electrónicos, economía, bolsa de valores y especulación de grandes apostadores.
  
   Ives Klein a su muerte joven,  había dejado su estela, no su escuela. El aspiraba a eso, a dejar una huella aérea que se confundiera con su azul de tierra; su azul de Klein poderosamente matérico en la pintura, y meteórico en su vuelo hacia la inmortalidad. Esa pintura hecha de acumulación de polvo industrial, de oxido de cobalto aplicado por capas sobre soportes de madera o de lienzo.

   El orinal de Marcel Duchamp, en la primera mitad del pasado siglo, fue una bofetada al arte burgués de la academia. El salto al vacío se configuró de otra manera, en canónica fotografía de ruptura del arte de los sesenta cuando muchas corrientes de avant garde estaban exhaustas. Era también un grito como el de Munch al borde del precipicio de la guerra fría. Iconos que irrumpirían con fuerza en el santoral de las artes modernas. Al ser una imagen intervenida en la era anterior al Pothosohp en donde cualquier cosa se puede hacer con unos cuantos clic (collage de fabricación en masa para la estética del espectáculo); Ese gesto de aires marciales y bluff surrealista, de cierta manera, resume lo peligroso del arte y de la vida. En este caso, el vuelo es algo imposible, la conquista del espacio es una quimera que de alguna manera busca y se encuentra con la soledad, la eternidad y el vacío.

   El que salta al vacío sabe que su gesto, que su obra,  perecerá. Una galería negra sacudida por una tormenta eléctrica que luego dejará los pasillos a oscuras. Que a lo mejor su destinatario será el olvido y la nada. También, de cierta manera, sin ese gesto, sin esa obra, sin ese salto, la vida, el asombro de la vida, no sería refrendado por el espíritu. Y entonces, la muerte sería más triste y mísera. Sin ese gesto de ave que se interna en la luz para desaparecer como un grito sobre las murallas de un acantilado rocoso.

* Algunos historiadores de arte asocian el suicidio de Rudolf Schwarzkogler con el salto de Klein, pues considera que el traumático accionista vienés se lanzó por la ventana de su apartamento en un segundo piso “para llevar hasta una absoluta literalidad la metáfora de Yves Klein”. Según esta creencia, Rudolf aspiraba a fulminar el simulacro con el impacto de su cuerpo incrustándose en el pavimento.
En 1985, la artista cubana Ana Mendieta protagonizaría una escena similar en Nueva York, sin que la historia lograra verificar si todo fue una cuestión de inmolación performática o crimen premeditado.

viernes, 8 de febrero de 2013

"EL SUICIDIO" Charles Bukowski






La otra vez escuche a un poeta de té con galletitas, decir y repetir, lo que otros de su atildada ralea han dicho siempre: "Es que Bukowski le ha hecho mucho daño a la literatura joven colombiana"También extienden esa nefasta influencia a toda la literatura. Y creo que lo dicen sin haber leído una buena parte de su obra que es extensa, más de lo que la gente piensa; y lo dicen sin haber leído una buena parte de su poesía en donde existen obras de peso suficiente para hacerlo un clásico moderno. Lo dicen y lo afirman casi como un insulto contra quienes descubrimos, de tarde en tarde, por ahí  nuevos trabajos, nuevos poemas y cuentos como este, en donde el viejo dejaba en claro que no era de esos señoritos labrandose una reputación de centraditos y adocenados. Esos que le han hecho tanto daño a la poesía y a la literatura colombiana con su amaneramiento de instituto Benjamenta. 

El viejo, hay que decirlo cuando podía y cuando quería (que era más seguido de los que muchos creen) escribía cositas como esta; cositas sordidas pero al mismo tiempo deslumbrantes y poderosas como el resplandor de una navaja en una pelea de taberna.  


O.G.R.




EL SUICIDIO 




Considerar el suicidio era una práctica común para Marvin Denning. A veces su pensamiento sobre el tema desaparecía durante días, incluso semanas, y se sentía casi normal, suficientemente normal como para seguir viviendo con comodidad por un tiempo. Después el impulso volvería. En esos momentos, la vida se volvía demasiado para él, las horas y los días se arrastraban inútilmente. Las voces, las caras, el comportamiento de la gente lo enfermaban.

Ahora, manejando al salir del trabajo, el impulso suicida estaba ahí presente. Apagó la radio del auto. Había estado escuchando la 3era de Beethoven, y la música le había parecido completamente equivocada, pretenciosa, forzada.
-Mierda, dijo. 
Marvin estaba atravesando el puente que lo llevaba de vuelta a su departamento. Era un puente que cruzaba uno de los puertos más grandes del mundo. Marvin detuvo su auto cerca de la mitad del puente, encendió las balizas y salió del vehículo. Había una saliente al lado de la baranda del puente, y se subió.
Más allá de él se extendía un alambrado de unos buenos 3 metros de altura. Tendría que trepar ese alambrado para llegar al borde. 
Debajo suyo estaba el agua. Se veía pacífica. Se veía simplemente bien. 
La hora pico del tránsito estaba creciendo. El auto de Marvin bloqueaba el carril próximo. Los autos trataban de cambiar de carril. El tráfico se acumulaba. Algunos autos tocaron bocina a medida que pasaban. Conductores insultaron a Marvin a medida que avanzaban.
-Eh, ¿estás loco?, ¿o qué? 
-¡Zambullite! ¡El agua está tibia!
Marvin siguió mirando fijamente abajo hacia el agua. Decidió trepar los alambres y cruzar. Entonces, escuchó otra voz.
-Señor, ¿está usted bien?
Un auto de policía se había estacionado atrás del auto de Marvin. Luces rojas parpadeaban. Un oficial se le acercó mientras el otro permanecía en el auto. El oficial se movió rápidamente hacia él. Era joven con una cara delgada y pálida. 
-¿Cuál es el problema, señor?
-Es mi auto, oficial, se paró, no quiere arrancar.
-¿Qué está haciendo en el borde?
-Sólo mirando.
-¿Mirando qué?
-El agua.
El oficial se acercó más.
-Este no es un parador.
-Ya sé. Es el auto. Nada más estaba parado ahí, esperando.
Marvin se bajó de la saliente. El oficial estaba a su lado. Tenía una linterna.
-Abra bien los ojos, por favor.
Apuntó primero la luz de la linterna en el ojo derecho de Marvin, después en el izquierdo, después colgó la linterna en su cinturón.
-Déjeme ver su licencia.
El policía agarró la licencia. 
-Quédese donde está.
El policía volvió al patrullero. Metió la cabeza en la ventanilla, y habló con el otro policía. Después se irguió y esperó. Después de unos minutos caminó devuelta hacia Marvin, le devolvió su licencia. 
-Señor, vamos a tener que mover su auto del puente.
-¿Va a llamar una grúa? Gracias.
El auto de Marvin estaba estacionado en una leve pendiente cerca del centro del puente. 
-No, vamos a darle un empujón. Quizás cuando empiece a andar, arranque.
-Es muy amable de su parte, oficial.
-Por favor suba a su auto, señor.
Marvin fue a su auto y esperó. Cuando el auto de policía chocó el suyo, sacó el freno de mano y lo puso en punto muerto. Lo empujó por el centro del puente y bajaron por el otro el lado. Puso segunda, pisó el acelerador y, por supuesto, el auto arrancó. Saludó desde el auto a la policía y siguió andando.
Lo siguieron. Lo siguieron bajando el puente y llegando al bulevar principal. Las cuadras pasaban. Continuaron siguiéndolo. Entonces Marvin vio un café: El novillo azul. Entró al estacionamiento y encontró un espacio. La policía estacionó algunos metros detrás, entre Marvin y el café. Marvin salió de su auto, lo cerró y caminó hacia El novillo azul. Pasó delante del patrullero y los volvió a saludar, “gracias otra vez, oficiales.”
-Mejor haga ver ese auto, señor. 
-Lo haré, por supuesto.
Marvin caminó hacia el café sin mirar atrás. El restaurant estaba lleno. Todas las caras le provocaban una especie de náusea. Había un cartel:

POR FAVOR ESPERE PARA TOMAR ASIENTO


Marvin no esperó. Caminó hacia la última mesa vacía, se sentó. No tenía hambre. 

Una mesera enorme apareció en un atuendo rosa. Tenía una cabeza muy redonda y sus labios estaban pintados en un frambuesa intenso. Le alcanzó un brilloso menú.
-¿Cómo está hoy?, preguntó.
-Bien. ¿Y usted?
Ella no respondió. Después habló.
-¿Café, señor?
-No.
-¿Ya sabe qué va a ordenar?
-No. Por el momento, tráigame un vaso de vino.
-¿Cuál?
-El vino de la casa está bien. ¿Tiene oporto?
La moza se fue y él miró cómo sus enormes nalgas se alejaban trabajosamente.
Quizás pueda volver al puente esta noche cuando no haya nadie alrededor, pensó Marvin.
Dos hombres estaban en una mesa atrás de Marvin. Él podía escucharlos hablar.
-¿Los Dodgers están bastante bien, no?
-Sí. Y Los Ángeles están también ahí arriba en la tabla. Imaginalo. Tal vez tengamos una buena serie.
-¿Eso sería un infierno de gritos, eh? 
Después la moza volvió con el vino de Marvin. Lo apoyó bruscamente y algo de vino rebalsó y salpicó sobre la mesa.
-Disculpe, señor.
-No hay problema.
-¿Ya sabe lo que va a pedir?
-No, no todavía.
-Esta noche tenemos un especial de solomillo.
-No, gracias.
Meneó sus nalgas y se fue. Marvin tomó un sorbo de vino. Tenía gusto a viejo, de alguna manera lo hizo pensar en arañas. Después escuchó la música que empezó a sonar. “No tengo que decirte que te amo”, cantaba una voz masculina. 
Después escuchó a los hombres detrás suyo.
-Te voy a decir algo que no vas a poder creer.
-¿Como qué?
-Ronald Reagan fue el mejor presidente que tuvo este país.
-Vamos, tuvimos muchos presidentes. Es una afirmación arriesgada.
-Sin Reagan esos rusos de mierda estarían por todo el mundo, estarían trepando el cerco de nuestro patio trasero. Los detuvo donde debían ser detenidos. ¡Sabían que hablaba en serio!
-Bueno, sí, fue un buen hombre.
-Te digo más, ¡va a haber una guerra en el ESPACIO! ¡Entre nosotros y los rusos! ¡Vamos a estar peleando por la luna, por Marte, por todos los planetas!
-Ya tenemos nuestra bandera en la luna.
Marvin terminó su vino e hizo un gesto a la moza. Ella rodó lenta y ruidosamente.
-¿Listo para pedir, señor?
-Otro vino, por favor.
-Tenemos especial de solomillo…
-Sólo el vino, por favor.
Marvin escuchó otra vez la música que sonaba. Otro hombre estaba cantando, cantaba: “Sino atendés el teléfono rápido, voy a ir a tu habitación.
Después la moza volvió con el vino. Lo apoyó. 
-¡No lo derramé esta vez, ¿vio?!
Ella soltó un estallido de risa completamente falsa.
-Estoy mejorando, ¿vio?
-Lo hacés bien…
-Diana es mi nombre. 
-Lo hacés bien Diana.
Después se ocupó de sus otras obligaciones. La tarde se disolvió rápidamente en la noche. Marvin dio un sorbo a su vino.
Cuando se estampara en el agua, iba a ser como golpear contra el cemento. Excepto que se deslizaría en ese frío azul –una pierna para un lado, la otra pierna para el otro– y el pelo de su cabeza flotando. Zapatos torpes en torpes pies. Fuera de sí. Cero menos cero. Tan acabado como se puede estar, de acá a la nada. Bastante bien. No podías tenerlo todo.
De repente hubo un estallido, un vaso rompiéndose. La puerta principal se abrió de una patada y dos hombres entraron usando medias como máscaras. Una mujer gritó.
-¡Cerrá la puta boca o estás muerta! –gritó el más bajo. ¡Es en serio! ¡No es un chiste! ¡Contrólense o están todos muertos!
Cada hombre llevaba un saco de lona. El más alto fue hacia la caja registradora, apretó una tecla, la bandeja de la caja se abrió de golpe. Empezó a juntar billetes y monedas en el saco.
Cada hombre tenía lo que parecía ser una Magnum 357.
-O.k. ¡Todas las billeteras y las carteras sobre la mesa! ¡Los anillos también! ¡Relojes! ¡Todo! ¡El que intente hacerse el vivo, la paga, ¿entendieron?!
Después empezó a circular por las mesas poniendo todo dentro del saco.
El hombre más alto había terminado con la caja registradora. Vió a la mesera gorda encogerse de miedo a unos metros de distancia. Él corrió hacia ella, dijo: “¿Dónde está la caja del dinero?
-¿Qué?
-¡La puta caja del dinero! ¡Dónde guardan los billetes grandes!
La mesera gorda se quedó simplemente parada. El más bajo la sacudió, trabó la mano contra su cuello.
-Te voy a volar la cabeza! ¿Dónde está la caja del dinero?
La mesera gorda estaba lloriqueando, jadeante. Ella dijo: !Está en la cocina, abajo del fregadero!
-¡Qué nadie se mueva!
El hombre alto corrió hacia la cocina. 
El hombre bajo empujó a la asustada mesera a un lado. Terminó de limpiar los objetos de valor de las mesas, metiéndolos dentro del saco. 
El hombre alto salió corriendo de la cocina. 
-¡Ya tengo el maldito dinero! ¡Vamos!
El hombre bajo estaba ocupado.
-¡Vos vigilá la puerta! ¡Dale a cualquiera que entre! ¡Mirá la puerta!
-¡Dale, vamos, ya tenemos suficiente!
-¡No, voy a llevármelo todo!
Siguió moviéndose hasta llegar a la mesa de Marvin.
-Ey, idiota, ¿dónde está tu billetera?
Marvin miró la cara cubierta con la media. De algún modo le gustaba. Mientras menos podías ver de una cara humana más agradable era.
-He decidido quedarme con mi billetera.
-Vos no decidís una mierda.
-Claro que sí.
-¡Bueno flaco, lo querés, lo tenés!
Marvin sintió la Magnum contra la sien.
-Ahora vas a sacar tu billetera, ¿está bien?
-No está bien. Me voy a quedar con mi billetera.
-Hey, –gritó el hombre alto– ¡vayámonos de acá!
El hombre bajo apretó fuerte la Magnum contra la sien de Marvin.
-¿Querés que éste sea tu último momento?
-Vamos, dispará –dijo Marvin. 
Marvin esperó. El hombre puso el seguro a la pistola. Marvin vio al hombre agarrar la Magnum por el barril. Vio alzarse la pistola, sentado ahí, esperando. Estrelló la Magnum en medio de su cráneo. Hubo una explosión de luz amarilla, azul y roja, pero Marvin no sintió dolor. Por un momento no pudo moverse. Lo intentó. Empezó a patear salvajemente y le dio al hombre en el estómago con su pie derecho.
-Oooh…
El ladrón tiró el saco, se agarró la ingle, casi hundido sobre una pierna.
-Ohh, puta madre…
Marvin oyó otra vez el seguro de la pistola. El hombre apuntó la Magnum, apretó el gatillo. La bala pasó zumbando cerca del oído izquierdo de Marvin y rompió una lámpara colgando lejos al fondo de la sala. 
-¡Vayámonos de acá!– gritó el hombre alto.
El hombre bajo se enderezó y caminó un poco torcido, y sosteniendo su Magnum y su saco, siguió al hombre alto hacia la puerta. Después se fueron. 
Así, todos los clientes empezaron a dar vueltas y hablar al mismo tiempo. El encargado del café que había estado escondido en la cocina fue al teléfono. Marvin Denning terminó su vaso de vino e hizo señas a la mesera de gorda que estaba parada a unos pocos metros, temblando. Marvin se levantó, caminó hacia ella. “Diana, otro vaso de vino, por favor…” 
-Oh, –dijo– oh… sí… por supuesto…
Marvin volvió y se sentó. El ruido de los que estaban en las mesas había alcanzado un tono enfermizo mientras hablaban del asalto. 
Marvin esperó, después Diana volvió con su vino. 
-Gracias, Diana.
Le dio un sorbo. 
-Eso que hizo fue bastante valiente, señor. Gracias a eso, salvó las pertenencias de muchos de los clientes.
-Oh… sí…
-¡Está sangrando, pobre hombre!
-Está bien.
Diana se fue corriendo tan rápido como pudo. Denning oyó el sonido de la sirena de la policía. Tomó una servilleta y la sostuvo encima de su cabeza. Después la sacó y la miró. Sangre. La estúpida simplicidad de la sangre. 
Entonces Diana volvió. 
-Tome. Este repasador es todo lo que pude encontrar, pero está limpio.
-Gracias.
Plegó el repasador, y para complacerla, lo sostuvo sobre su cabeza. 
-Mejor que se haga cocer eso.
-Está bien. Lo principal: ¡traéme aquel bife que mencionaste y tal vez unas papas fritas!
Diana volvió a la cocina y Denning le dio un sorbo a su vino.
Al minuto entró la policía. Entraron corriendo por la puerta, con las manos en la funda de las pistolas. 
-Quédense todos donde están.
Uno de los oficiales era el de la delgada cara y pálida, el mismo que lo había detenido en el puente. Sus ojos se encontraron. Delgada cara pálida lo miró fijo.
-¿Qué está haciendo acá?
-Esperando un bife. Usted me acompañó hasta acá, ¿lo recuerda?
Dos policías más entraron. 
-¿Esperando un bife?
-Sí, ¿hay alguna ley contra eso?
-Oficial, –dijo un cliente que estaba parado cerca– este hombre casi captura a uno de los ladrones. Lo pateó hasta que cayó al piso. 
Diana apareció con las papas y el bife de Denning, los apoyó. 
-Oficial, este es un hombre muy valiente, –dijo ella.
Uno de los clientes empezó a aplaudir. Los otros se unieron. Denning alzó su vaso de vino hacia ellos, y lo vació. Delgada cara pálida preguntó: “¿Conocía a los partícipes del robo?”
-No puedo decir que sí.
Entonces Denning oyó otra sirena. Los clientes se amontonaban alrededor de su mesa.
El policía, irritado, dijo: “¡aléjense!”. Un hombre bajo y fornido, de apariencia tonta, que necesitaba una afeitada, atravesó la puerta seguido de otro policía. Se acercó empujando a la mesa de Denning. 
-¿Qué está pasando?
-¡Fui asaltado, este lugar fue asaltado! –dijo el encargado.
-¿Usted quién es?
-Richard Fouts, encargado de El novillo azul.
El hombre fornido sacó la placa. “Marsh Hutchinston, comisaría de Hillside”, dijo. 
Después miró a Denning. Marsh sacó su lapicera y libreta. 
-¿Usted quién es?
-Marvin Denning, cliente.
-Noqueó a uno de esos ladrones; lo tiró al piso.
-¿Es así?, –preguntó a Denning el hombre fornido.
-Sí, le di una patada en los huevos.
-¿Por qué?
-¿Acaso hay un lugar mejor?
-¿Cómo se veía?
-Se veía como un hombre usando una media como máscara.
-¿Altura?
-Entre 1 metro y medio y 2.
-¿Peso?
-Digamos, 65 kilos.
-¿Algo para distinguirlo?
-¿A qué se refiere?
-¿Cuál fue el rasgo más distintivo que notó?
-Tenía una Magnum 357.
El hombre fornido inhaló, exhaló. “Denning, hay algo de usted que no me gusta.” 
-Hutchinson, estamos igual. Hay algo de usted que no me gusta. 
-O.K. Quédese donde está.
Empezó a interrogar al encargado de El novillo azul
Diana miró a Denning. 
-¿Le molesta si me siento? Todo esto fue mucho para mí.
-Sentate, claro.
Denning sintió que todo el asiento cedía mientras Diana apoyaba sus grandes nalgas. 
-Es valiente, –dijo– es un hombre valiente. Yo vi lo que hizo.
-O.K. –dijo Denning.
-Sé que esto puede sorprenderlo y sé que puede sonar extraño y algo loco, pero… Me gustaría hacer algo lindo por usted. ¿Está sorprendido?¿Me dejaría recompensarlo?
-Seguro.
-Cuando termine todo esto vamos a mi departamento. Dejá el bife. Te voy a cocinar algo mejor. ¿Te parezco atrevida?
-No.
-Sabés, –Diana rió– cuando me puso la pistola en la cabeza, pensé, me voy a morir y nunca… nunca estuve con un hombre. ¿No es eso terrible?
-Supongo que a veces pasa.
-Yo sé que soy gorda… estoy avergonzada.
-Está bien.
-Te traigo otro vino.
-¿Por qué no?
A Diana le costó levantarse y caminó con esfuerzo hacia la cocina.



Más tarde, en la oscuridad del departamento de Diana, trabajó sin parar. Denning no había tenido una actividad tan agotadora desde que había trabajado en la construcción después del secundario y antes de la universidad. Diana estaba gruñiendo y gimiendo.

-¡Quedate quieta, por el amor de dios! –le imploró.
Denning siguió esforzándose, unos buenos cinco minutos más, sustituyendo fantasía tras fantasía en su mente. Finalmente rodó hacia el costado. Estaba sudado, inhalaba y exhalaba con dificultad. La herida de su cabeza se había abierto y podía sentir un hilo de sangre corriendo por la nuca. 
-Marvin, –dijo– te amo.
-Gracias, Diana.
Él se levantó y fue al baño. Mojó una toalla, se limpió, después con la parte seca de la toalla se ocupó de la sangre en su cabeza y cuello. 
Bueno, muchos hombres encontraron la muerte sin haber tenido una virgen. Él no sería uno. 
Tiró la toalla al piso, salió del baño, atravesó la habitación y fue a la cocina. Se sirvió un vaso de agua de la canilla y lo tomó de un sorbo.
Miró alrededor. Diana tenía un lindo departamento. Quizás sacaba mucha propina por compasión. 
Encontró una lata de cerveza en la heladera, la abrió, y se sentó en la barra de la cocina, tomando y fumando un cigarrillo que había encontrado en un atado sobre la mesa. Terminó la cerveza y el cigarrillo, volvió al dormitorio. Diana estaba en el baño. Él empezó a vestirse. La escuchó cantando en el baño. La puerta se abrió y ella salió vestida con ropa de cama. Lo vio vestirse y la felicidad se desvaneció de su rostro. 
-Ah, ¿te vas?
-Sí.
-¿Te voy a volver a ver?
-No.
-Por dios… –ella caminó lentamente hacia la cama. Se sentó en el borde de la cama, dándole la espalda. Sólo se sentó ahí, luciendo muy ancha. Las luces del cuarto estaban apagadas y sólo alumbraba la luz que salía de la puerta entreabierta del baño. 
Denning se sentó en una silla atándose los zapatos.
La imagen del puente ahora se posaba en el centro de su cerebro, lo llamaba, cómo lo llamaba, lo llamaba una vez más. El agua lo atraía como si fuera un imán. 
Denning terminó de atar sus zapatos, se levantó.
-Adiós, Diana.
Ella no contestó. Sólo se quedó sentada. Denning podía ver pequeños temblores recorriendo su cuerpo. Estaba sollozando suavemente, tratando de contener el llanto. Era casi obsceno. La cabeza de Diana estaba inclinada hacia adelante. Mientras Denning miraba tenía la sensación de estar observando la espalda de un ancho cuerpo sin cabeza.
-Escuchá, –le preguntó después de una larga pausa– ¿tenés algo para comer acá?
-¿Qué?
-Si tenés algo para comer acá.
Ella levantó su cabeza, giró.
-Oh. Oh, sí, Marvin, tengo una botella de vino y un par de bifes y unas verduras. 
-¿Querés cenar?, –preguntó Denning.
Diana se levantó de la cama como si no pesara nada. Era bastante extraño. Después fue a la cocina.
Denning se sacó el abrigo, volvió a sentarse en la silla, se sacó los zapatos, medias, sus pantalones y cuando ella volvió él estaba aún en remera y calzoncillos.
Diana pasó a través de la puerta llevando una botella de vino, dos copas, el abridor. Le costaba un poco llevar todo eso y se reía, no una risa fuerte, pero una continua pequeña loca alegre risa. 
La luz que salía de la puerta entreabierta del baño enmarcaba su cuerpo, su cara, las dos copas, la botella de vino, el abridor. 
Nunca antes en los 46 años de su vida Marvin Denning había visto una mujer más linda.


Charles BukowskiBetting on the Muse: Poems & Stories, 1996.


Traducción: Exequiel Accordino y Javier Fernández