jueves, 15 de noviembre de 2007

LA BALSA DE LA MEDUSA





LA BALSA DE LA MEDUSA


I


¿Podremos intentar una canción?
¿Podría intentar una canción?
¿Un gesto de fuego, una metáfora de marinería?....


Los que esperaron barco en el muelle

una tarde galvánica picoteada de eléctricas gaviotas.

Los que cruzaron con la luna sobre sus espaldas ferrocarriles de hielo.

Los que se hundieron en el lago negro.

Los que saltaron el muro.

Los que chapotearon en las rutas fangosas del miedo.

Los que miraban detrás de las ventanas.

Los que bajaron las cortinas.

Los que sintieron el vértigo de la caída libre,

mientras sus alas

se encendían con el fuego de la estrella.

Los que se marcharon con el sol a cuestas.

Los que nunca regresaron.

los que perdieron la partida

la maleta y un par de zapatos.

Los que nunca creyeron que las cosas iban a cambiar.

Los que creyeron, y regresaron.

Los que quedaron a mitad del camino.

Los que llegaron tiritando con un sueño pálido

–papel desleído, palabras ateridas

sobre un pentagrama lluvioso–.

Los que fueron requisados y pateados

mientras se hablaba de “bondad” en los discursos.

Los que fueron escupidos y pisoteados.

Los que fueron vapuleados,

mientras otros robaban su cosecha de sueños.

Los que tuvieron que inclinar un poco el rostro

bajar el ala del sombrero

mientras las sombras duras del fuego, faroleaban

sobre los pozos de agua.

Los que cambiaban de estación

de andén, de cielo.


Los que vieron que las bombas eran nuevas

y con ellos, las estaban ensayando.


Los que se enfrentaron a piedra

contra el hierro y el metal.



Los que creyeron en la historia oficial

y muchos años después,

sus sueños fueron marcados por el hielo

–estatuas de sal, sonrisas de fuego–.

Cuando vieron la verdad, quedaron ciegos.


También

los que fueron tatuados, sellados, numerados

mientras hombres con cabezas de carretes metálicos y lenguas de celuloide,

bajo un foco amarillo proyectaban

películas en blanco y negro

para hacer reír a las masas.

En otras coordenadas

se encerraban campesinos orientales

en reformatorios de campos dolorosos,

Luego se hacían obras de teatro

que dejaban una sensación de humanismo

con las técnicas dramáticas del señor Aristóteles.


En sus particulares estados

repartían porra y fuego,

blindaban fronteras, fundaban frenocomios,

cotos de caza, túneles con extrañas inscripciones,

y mostraban un desliz filantrópico

sobre las tesis del señor Morguentau.

Los mismos que llamaron al odio y a la guerra en technicolor.

(leones esfumados contra las alas del silencio,

fuego, sobre ciudades de piedra

fuego, sobre ciudades vencidas

fuego, sobre ciudades calcinadas.)


Dos caras del mismo asunto

dos caras de la misma moneda.


Los que no tuvieron otra oportunidad

e hicieron de payasos y bailaron con violines

sobre las vías ateridas de la miseria.

Los que se fueron adentro de las cuevas buscando pictogramas de tauróbolos celestes y danzas de piedra.

Los que cruzaron bajo alcantarillas,

casi ciegos

mientras afuera, el cielo y las constelaciones

se conjugaban en una danza hermosa.


Los que con el agua al cuello resistieron.

Los que bajaron de las montañas escarpadas

con frió de nieve en los ojos.

Los que perdieron el norte y estrujaron la brújula

hasta sentir en las palmas, las agujas sangrantes.

Los que esperaron detrás de las líneas una palabra de aliento,

Los que vieron amanecer,

bajo el alba dulce y sangrienta de gasas amarillas.....


Todos nosotros, y ellos también,

y los otros por supuesto.

Tres caras de la misma esfinge.


Navegamos a la deriva contra la tormenta,

después del naufragio

sobre la Balsa de la Medusa.



II


El que se opuso a los

Detentadores-patentadores de la historia.

El que confrontó el brazo secular.

El que alzó un telescopio para buscar la ruta.

El que ofrendó una palabra de aliento dentro de los escombros.

El que sembró una espiga.

El que puso un pez dorado

en la boca del ahogado.

El que coronó de flores la cabellera

de la muchacha Nubia.

El que sembró de estrellas

la cabellera de la ninfa boreal.

El que bebió de un pozo limpio en las estrellas...


Todos ellos señalan al fondo de la Vía Láctea.


Un lugar de nombre ignoto.

Puerto-Destino

para la balsa estelar.



III



Vamos a crear con pergaminos amarillos

un beso-collage

hecho de sueños compartidos....

Una imagen derrotero

hasta juntar todos los mapas que nos orienten

y hagan más amables

nuestros rostros en este desierto mar.


En estos tiempos de tormenta
¿Será posible convocar a las palabras?
Una poesía de marinería estelar,
¿o solo nos es dado escuchar, los gritos del naufragio?



IV


(Sueño-Pesadilla con Rimbaud)


Estaba allí sentado sobre un tronco de un árbol talado

como esperando que alguien le dijera o preguntara algo.

Después de todo, él se había callado de muy joven

y se había muerto frió y redondo como un cometa fugaz.


Me acerqué le pregunté:

Rimbaud



que marchaste

detrás de un tanque de combate

mientras llovía, y se hundían tus rodillas hasta el fango;

mientras tu cara de joven poeta

era azotada por una bufanda helada de viento y ceniza.

Niño todavía

reías de los conejos asustados

que saltaban dentro de los bosques

hasta que caían las bombas...

Los muchachos

de no importa que uniforme; gris o azul

morían

mirando conejos destrozados

bajo un sol sangriento...


Tú,

Que viajaste hacia Bélgica y viste

El cuerpo del muchacho soldado

muerto en esa guerra, a la orilla de la carretera...

Dime Rimbaud…poeta muerto en la hermandad de la tormenta.

Señor de las semillas del viento

cosechador del fuego sacro.

¿En esa guerra lejana murieron tus sueños?

¿Perdiste el amor por la poesía y encontraste el camino de la locura?


Volteó a mirarme

–en sus ojos de estrellas heridas, gravitaba una danza pesada

y su boca era una piedra dura, con la que se lapidan a los cantores inoportunos–.


Sacó un viejo revolver con el que me apuntó.

Sentí que era el final.


Sin embargo le seguía preguntando en voz alta:


¿Será en esta guerra cercana

donde mueran nuestros sueños?

¿Podremos aspirar a ese surco

sembrado de semillas y estrellas

donde florezca la rosa planetaria?



Dime tú

marinero del barco ebrio -a-la- deriva...

Si dejamos que la nave naufrague

si dejamos

que la carta de marear sobre el cosmos

se llene de escombros radiactivos y cenizas.

¿Arribaremos a ese sueño,

que espera en la estación del tiempo?


(Esta nuestra tormenta...Esta nuestra guerra...
¿Tiempos de poesía?
¿Vano intento de la literatura?
Pero sin ella, instrumento viejo de la utopía
¿Qué nos queda? )

Rimbaud no responde.

Guarda su viejo revolver en la funda del sobaco.

Rimbaud se ríe,

carcajada etiope de cuervos negros

y se aleja cojeando, por un platanar anegado en sangre.




V



¿Pondré intentar una canción en medio de nuestro naufragio?
¿O será arrojada a la tormenta del silencio?
¿Una imagen?
¿Una voz?



La imagen que hace aguas,

la metáfora que se hunde.

Es una balsa la que ondula trémula

y danza sobre las olas.....

Marea buscando

una luz salvadora en la tormenta.

Una balsa, un brazo, un grito-meteoro

bandera empapada de huracanes.

Balsa de Medusa-Terra

sobre un mar de soles helados

bajo el cosmos de lunas blancas,

estrellas calcinadas, maderos mojados.


Balsa Terra-Medusa

qué se rompe sin sus remos primordiales

contra una tormenta de esmeraldas de hielo.


Sangre de estrellas heridas

que fluye hacia el firmamento.


No dejemos que naufrague la balsa.

Apuntalemos entre todos el mástil.

Que llegue sólida a las costas

ligera de temores y miedos.


Un hombre empapado grita

agitando un pedazo de tela blanca:


“¡Más arena de nebulosas!

¡Más soles!

¡Un faro de constelaciones!

¡Más saetas de estrellas!....

¡Que tiritan los huesos,

que arrecia la tormenta,....

Que se hiela el alma!



¿Podríamomos intentar
una canción que nos lleve de regreso?


O.G.R.

jueves, 27 de septiembre de 2007

A.ARTAUD.


CARTA AL SEÑOR LEGISLADOR

Carta al Señor Legislador de la Ley sobre Estupefacientes
Señor legislador de la ley 1916 aprobada por el decreto de Julio de 1917 sobre estupefacientes, eres un castrado.
Tu ley no sirve más que para fastidiar la farmacia mundial sin provecho alguno para el nivel toxicómano de la nación porque:
1º El número de los toxicómanos que se aprovisionan en las farmacias es ínfimo.
2º Los verdaderos toxicómanos no se aprovisionan en las farmacias.
3º Los toxicómanos que se aprovisionan en las farmacias son todos enfermos.
4º El número de de los toxicómanos enfermos es ínfimo en relación a los toxicómanos voluptuosos.
5º Las restricciones farmacéuticas de la droga no reprimirán jamás a los toxicómanos voluptuosos y organizados.
6º Habrá siempre traficantes.
7º Habrá siempre toxicómanos por vicio de forma, por pasión.
8º Los toxicómanos enfermos tienen sobre la sociedad un derecho imprescriptible que es el que se los deje en paz.
Es por sobre todo una cuestión de conciencia.
La ley sobre estupefacientes pone en manos del inspector-usurpador de la salud pública el derecho de disponer del dolor de los hombres; en una pretensión singular de la medicina moderna querer imponer sus reglas a la conciencia de cada uno. Todos los balidos oficiales de la ley no tienen poder de acción frente a este hecho de conciencia; a saber, que más aún que de la muerte, yo soy el dueño de mi dolor físico, o también de la vacuidad mental que pueda honestamente soportar.

Lucidez o no lucidez, hay una lucidez que ninguna enfermedad me arrebatará jamás, es aquella que me dicta el sentimiento de mi vida física. Y si yo he perdido mi lucidez la medicina no tiene otra cosa que hacer sino darme las sustancias que me permitan recobrar el uso de esta lucidez.
Señores dictadores de la escuela farmacéutica de Francia ustedes son unos pedantes roñosos: hay una cosa que debieran considerar mejor; el opio es esta imprescriptible e imperiosa sustancia que permite retornar a la vida de su alma a aquellos que han tenido la desgracia de haberla perdido.
Hay un mal contra el cual el opio es soberano y este mal se llama Angustia, en su forma mental, médica, psicológica o farmacéutica, o como Uds. quieran.

La Angustia que hace a los locos.
La Angustia que hace a los suicidas.
La Angustia que hace a los condenados.
La Angustia que la medicina no conoce.
La Angustia que vuestro doctor no entiende
La Angustia que quita la vida.
La Angustia que corta el cordón umbilical de la vida.

Por vuestra ley inicua ustedes ponen en manos de personas en las que no tengo confianza alguna, castrados en medicina, farmacéuticos de porquería, jueces fraudulentos, doctores, parteras, inspectores doctorales, el derecho a disponer de mi angustia, de una angustia que es en mí tan aguda como las agujas de todas las brújulas del infierno.
Temblores del cuerpo o del alma, no existe sismógrafo humano que permita a quien me mire, llegar a una evaluación de mi dolor más precisa, que aquella, fulminante, de mi espíritu..
Toda la azarosa ciencia de los hombres no es superior al conocimiento inmediato que puedo tener de mi ser. Soy el único juez de lo que está en mí.
Vuelvan a sus buhardillas, médicos parásitos, y tú también Legislador Moutonier, que no es por amor a los hombres que deliras; es por tradición de imbecilidad.
Tu ignorancia de aquello que es un hombre sólo es comparable a tu estupidez pretendiendo limitarlo. Deseo que tu ley recaiga sobre tu padre, sobre tu madre, sobre tu mujer y tus hijos, y toda tu posteridad. Y mientras tanto, soporto tu ley.
Antonin Artaud