viernes, 14 de marzo de 2008

Three Minute Film CHURCH OF SURREALISM

HAROL PINTER


El Nobel censurado: Harold Pinter y sus textos políticos
por Tania Molina Ramírez Sunday, Oct. 23, 2005 at 10:00 AM


El compromiso político de Harold Pinter, su decidido antibelicismo, le ha cerrado puertas en la gran prensa británica. Es la historia de uno de sus poemas que aquí presentamos, junto con fragmentos de algunos de sus textos políticos recopilados en Various voices: Prose, poetry, politics (Grove Press, 1998). Un breve acercamiento a la obra del Premio Nobel de Literatura 2005 :

Futbol Americano (Una Reflexión sobre la Guerra del Golfo)

¡Aleluya!
Funciona.
Les sacamos la mierda.

Hicimos que la mierda se les
regresara por el culo
Y que saliera por sus jodidas orejas.

Funciona.
Los hicimos mierda.
¡Se sofocaron en su propia mierda!

¡Aleluya!
Alabado sea el Señor por todas las
cosas buenas.

Les sacamos la pinche mierda.
Se la están comiendo.

Alabado sea el Señor por todas las
cosas buenas.

Hicimos volar sus huevos en
fragmentos de polvo,
En fragmentos de pinche polvo.

Lo logramos.

Ahora quiero que te acerques y me
beses en la boca.

Harold Pinter envió este poema a The London Review of Books en 1991. En "Blowing up the media" (Index on censorship, 05/92) cuenta: "Recibí una carta muy extraña, que, en resumidas cuentas decía que el poema tenía una considerable fuerza, pero que justo por eso no lo podían publicar. Pero la carta luego hacía la extraordinaria afirmación de que el periódico compartía mis puntos de vista acerca del papel de Estados Unidos en el mundo. Así que escribí de regreso: '¿Con que el periódico comparte mis puntos de vista? Si fuera usted, no lo andaría divulgando, amiguito'."

Luego envió el poema a The Guardian, y el editor literario le dijo: "Oh dios, Harold, esto es realmente... realmente me has dado un dolor de cabeza con este'. Dijo: 'Personalmente estoy completamente de acuerdo contigo... Pero, tú sabes, no creo... Ooooh, creo que estaríamos en verdaderos problemas si tratáramos de publicarlo en The Guardian'. '¿De veras?', pregunté inocentemente, '¿por qué?'

El dijo, 'Bueno, tú sabes, Harold, somos un periódico familiar'. 'Oh, perdón', dije, 'creía que eran un periódico serio'.

Luego intentó con The Observer. Primero le prometieron que sí se publicaría, luego se echaron para atrás. El editor le dijo: "Quiero publicar tu poema. Pero me estoy topando con todo tipo de resistencia. El problema es el lenguaje, el lenguaje obsceno. La gente se ofende mucho con esto y por eso [el periódico] cree que perderíamos muchos lectores."

En respuesta, Pinter le envió al editor un fax en el que le contaba lo que le había ocurrido en la embajada estadunidense en Ankara, en marzo de 1985, con Arthur Miller: "Tuve una charla con el embajador acerca de la tortura en las prisiones turcas. Me dijo que yo no apreciaba la realidad de la situación vis-à-vis la amenaza comunista, la realidad militar, la realidad diplomática, la realidad estratégica y demás.

"Le dije que la realidad a la que me refería era la de una descarga eléctrica en los genitales. A lo cual el embajador dijo: 'Caballero, usted es un invitado en esta casa', y se dio la vuelta. Me salí.

"Lo que le quería decir al editor de The Observer era que el embajador se había ofendido por la palabra genitales. Pero la realidad de la situación, la realidad de una descarga eléctrica en tus genitales, no le importaba. Era el uso de la palabra lo que era ofensivo, no la acción. Le dije que estaba haciendo una analogía entre ese pequeño intercambio y el asunto del cual ahora hablábamos. Este poema usaba palabras obscenas para describir acciones obscenas y actitudes obscenas".

Luego, Pinter ofreció el poema a The Independent y simplemente respondieron 'no'.

Finalmente, una revista llamada Bomb (en Nueva York) publicó el poema.

En Gran Bretaña fue publicado hasta enero de 1992 en el periódico Socialist. En Holanda se publicó en uno de los principales diarios, Handelsblad, y también en Bulgaria, Grecia y Finlandia.

Oh, Superman

"Me parece que el problema es que a Estados Unidos realmente le excitaba la idea de la agresión soviética. Lo justificaba todo. Estaba ahí con los cornflakes cada mañana. Era parte del American way of life. Tenías un enemigo y lo amabas. Tenías un cuchillo en su panza pero lo abrazabas porque era tu amante en la muerte. Lo necesitabas. Hablabas sobre la muerte. Todas tus referencias tenían que ver con la muerte. Pero estabas contento. Eran buenos tiempos. Podías ir por el mundo y ayudar a tus amigos a torturar y matar a otras personas ­periodistas, maestros, estudiantes y campesinos, etc.­ porque esta gente, decías, era parte de ellos. Estaban inspirados por ellos, estaban corrompidos por ellos. Y al hablar todo el tiempo sobre ellos, conservabas e intensificabas tu propio poder. Pero si todo eso terminó, ¿qué vas a hacer? Si ya no tienes un buen enemigo gordo, si ya no puedes gastar miles de millones de dólares en armamento y obtener miles de millones de dólares con el armamento; ¿qué demonios vas a hacer? ¿Qué ocurre cuando ya no hay agresión soviética? ¿Qué ocurre cuando la Unión Soviética dice, como parece que ahora dice, 'Ya no queremos ser un Superpoder, ya no somos un Superpoder'? ¿Qué hace el pobre de Estados Unidos entonces? Porque Estados Unidos ama ser un Superpoder ­simplemente lo ama."

(Transmitido en "Opinion", por Channel 4, el 31 de mayo de 1990.)

Ser socialista

"Hoy hay la extendida propaganda de que el socialismo ha muerto. Pero si ser socialista es estar convencido de que las palabras 'bien común' y 'justicia social' en efecto significan algo; si ser socialista es estar indignado por el desprecio con el cual los que están en el poder, las 'fuerzas del mercado', las instituciones financieras internacionales tratan a las millones y millones de personas bajo su mandato; si ser socialista es estar resuelto a hacer todo lo que esté en tu poder para aliviar estas vidas imperdonablemente degradadas, entonces el socialismo nunca podrá estar muerto porque estas aspiraciones nunca morirán."

("Caribbean Cold War", Red Pepper, mayo de 1996.)

El mejor agente de ventas

"Sin duda, Estados Unidos es el mejor espectáculo en gira. Puede que sea brutal, indiferente, desdeñoso y despiadado, pero también es muy listo. Como agente de ventas, no tiene competencia. Y su bien más vendible es su amor propio. Es un ganador. Estados Unidos se ha educado a sí mismo para amarse a sí mismo. Escucha al presidente Clinton ­y antes de él, Bush, y antes de él, Reagan, y antes de él, todos los demás­ decir por televisión las palabras 'el Pueblo Americano', como en la frase 'le digo al Pueblo Americano que es hora de rezar y de defender los derechos del Pueblo Americano y le pido al Pueblo Americano que confíe en su presidente, en la acción que está por emprender en beneficio del Pueblo Americano'. Una nación llora.

"Es una estrategia bastante brillante. El lenguaje es empleado para mantener a raya el pensamiento. Las palabras 'el Pueblo Americano' proveen un reconfortante cojín, sumamente voluptuoso. No necesitas pensar. Nada más recuéstate en el cojín. El cojín podrá estar sofocando tu inteligencia y tus facultades críticas, pero no lo sabes. Nadie te lo dice. Así que el status quo sigue en su lugar y Papá Noel sigue siendo estadunidense y Estados Unidos sigue siendo la Tierra de los Valientes y el Hogar de los Libres.

"A excepción, claro, de las 1.5 millones de personas en prisión, los 50 millones viviendo debajo de la línea de pobreza, los adolescentes y los deficientes mentales a punto de ser gaseados o inyectados o electrocutados en los 38, de 50 estados, que ejercen la pena de muerte. No opinan lo mismo acerca de este reconfortante cojín, pero de todos modos nadie los escucha. Debido a que son, en su mayoría, pobres y negros, son en esencia subversivos. Son subversivos porque ahí donde hay resentidos y críticos y degradados y enojados, hay una amenaza a la estabilidad del Estado. La cosa que sí pueden tener es a Dios. Si lo quieren. Dios le pertenece a todos los estadunidenses. Los sucesivos presidentes estadunidenses lo han dejado claro."

("It never happened", The Guardian, 4 de diciembre de 1996)

La montaña del lenguaje

El 20 de junio de 1996, un vecino de Haringey, Londres, vio a un grupo de hombres armados y uniformados entrando el centro comunitario local kurdo. La policía respondió a su llamado con un impresionante operativo. Aquellos que salían del centro fueron esposados y les prohibieron comunicarse entre sí en kurdo o turco. Tras una hora, la policía entró al edificio.

Adentro encontraron guiones y escenografía teatral usado por actores kurdos durante sus ensayos de la obra Mountain Language, de Harold Pinter. No encontraron armas reales.

La obra trata sobre la persecución de gente que elige hablar su propia lengua.

El coordinador del centro dijo: "'Eran como 50 o 60 oficiales. La gente trató de explicar que sólo era un ensayo de una obra de teatro. Habíamos avisado con anterioridad en la oficina de la policía local y dijeron que no habría problema... pero [hoy] la policía no escuchaba a nadie que fuera kurdo ni los dejada hablar entre sí."

El dramaturgo opinó: 'La frontera entre ficción y realidad a veces se vuelve borrosa'.

(Información de una nota publicada en The Guardian el 21 de junio de 1996)

El gran afrodisiaco

"Una de las imágenes más nauseabundas del año 2002 es la de nuestro Primer Ministro arrodillado en la iglesia, en Navidad, rezando por la paz en la tierra y la buena voluntad para todos los hombres, mientras simultáneamente se prepara a brindar ayuda para asesinar a miles de personas completamente inocentes en Irak.

"El embajador de Estados Unidos en Gran Bretaña me criticó por llamar a la administración estadunidense un animal salvaje sediento de sangre. Todo lo que puedo decir es: miren la cara de Donald Rumsfeld y todo está dicho.

"Creo que este acto que tienen en mente no sólo es criminal, malévolo y bárbaro, también contiene en sí una palpable alegría en el acto de destruir. El poder, como seguido se comenta, es el gran afrodisiaco, y también, parece ser, lo es la muerte de otros.

"Los estadunidenses tienen el supuesto apoyo de la 'comunidad internacional' a través de varios métodos efectivos; intimidación, soborno, chantaje y engaños. La 'comunidad internacional' se convierte en una entidad degradada, sometida a golpes a servir una brutal fuerza militar fuera de control. La posición más despreciable es, claro, la de este país que aparenta estar hombro con hombro con su gran aliado, mientras, en realidad, es más un fiel disciplinado que cualquier otro. Somos despreciados, socavados y deshonrados por el bajo servilismo de nuestro gobierno con Estados Unidos.

"La planeada guerra sólo puede traer el colapso de lo que queda de la infraestructura iraquí, mucha muerte, mutilaciones y enfermedades, un estimado de un millón de refugiados y una escalada de la violencia en todo el mundo, pero aún así se enmascara como una 'cruzada moral', una 'guerra justa', una guerra librada por 'democracias amantes de la libertad', para llevar la 'democracia' a Irak.

"La pestilencia de la hipocresía es sofocante.

"Este es, en realidad, un sencillo cuento de una invasión de un territorio soberano, una ocupación militar y el control sobre el petróleo.

"Tenemos una clara obligación, la de resistir."

(Discurso pronunciado en la Cámara de los Comunes, el 21 de enero de 2003.)

Democracia

No hay escape.
Los grandes pitos están fuera.
Se cogerán todo lo que esté a la vista.
Cuídate la espalda.
(Febrero de 2003)


Selección y traducción: Tania Molina Ramírez para maSiosare

martes, 11 de marzo de 2008

PEDRO JUAN GUTIERREZ


El INSACIABLE HOMBRE ARAÑA
(cuentos)
"Silvia en N.Y."

Pedro Juan Gutiérrez

En el invierno de 1992 Silvia visita New York por tres meses y se aloja en el apartamento de una prima en 94 St. West, a un costado del Central Park.

Una tarde, diez minutos antes de oscurecer, camina apresurada y cuidadosamente por un sendero del parque. Se concentra en sus pasos porque hay rachas de viento. El piso está helado y puede resbalar.

Es una zona completamente desolada. Sólo los árboles, los bancos y el viento frío. Un poco más allá hay unas canchas de tenis. Vacías. Silvia lleva las manos en los bolsillos de su largo abrigo negro. Palpa un paquete de tarjetas, con la reproducción de uno de sus cuadros. En el reverso está impresa la invitación para la apertura de su primera exposición personal en N.Y. Dentro de tres días. Consiguió una galería que está bien. No es de primera categoría pero tampoco es de cuarta.

Silvia piensa cómo va a organizar el vernissage y hace cálculos para el futuro. Su sueño dorado es encontrar un marido millonario que la mantenga, para ella entregarse totalmente a su arte. El viento está muy frío. Tiene la cara y las orejas heladas. De repente aparece un negro alto y robusto que la agarra por un brazo y le dice algo en inglés. Silvia se horroriza y piensa: “Oh, no, a mí no me puede pasar esto. No puede ser”. El tipo tiene la pinga tiesa bajo el pantalón y el zipper abierto. Ella intenta zafarse pero la sujeta una mano de hierro. Es tanto el miedo que le invade un frío intenso en todo su cuerpo y comienza a temblar. Piensa decirle: “Oh, please, please”. Pero no. Le parece ridículo decir solo eso. Se le olvidó todo el inglés. Es como si tuviera la mente en blanco. De nuevo intenta desprenderse y salir corriendo. El tipo entonces la agarra por los dos brazos y la atrae hacia sí. Intenta besarla. Ella huele su aliento a tabaco y alcohol y se asquea. Ladea rápidamente la cara y se echa hacia atrás. El tipo la besa en el cuello y la chupetea. Ella forcejea un poco más. El hombre la empuja. Silvia pierde pie y trastabillea. El la sostiene para que no se caiga. Es un mastodonte jugando con un pajarito. Silvia es muy delgada y endeble. Y no deja de temblar. El tipo la lanza contra un banco y la obliga a sentarse bruscamente. El permanece de pie. Con la mano izquierda la aguanta por el hombro. Con la derecha busca dentro de su pantalón y saca una tranca negra, tiesa, larga y gorda. ¡Cojones! Silvia la mira. Tiene que mirarla porque está a dos centímetros de sus ojos, y piensa: “¡Coñó, ahora sí se jodió esto. Tremendo pingón, madre mía! ¡Si me la mete me raja en dos, me destroza el muy hijo deputa!” Respira profundamente y se muerde los labios con fuerza. “¡Ay, mi madre, ¿por qué a mí?!” Se acuerda de Jesucristo en la cruz. No reza desde su adolescencia en las “Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús”, en La Habana. Todo pasa por su mente en fracciones de segundo. Se ve arrodillada entre los bancos de la capilla, rezando y mirando a Jesucristo crucificado. Le gustaba. Fue el primer hombre que le gustó. Era bellísimo, con aquel rostro dulce y sereno. Y el trapito blanco amarrado a la cintura y cubriéndolo. Era erótico. Lo más erótico y sensual que podía encontrar a su alrededor.

El negro le decía cosas en inglés. Murmullaba. Demasiado slang. Silvia no entendía. No había nada que entender. Todo era evidente. El tipo se masturbó con la mano derecha y con la izquierda palpó por debajo del abrigo de Silvia y le tocó sus muslos. Ella usa un blue jeans viejo y cómodo. El tipo intenta romper el botón desgarrando la tela. Silvia recordó como un flashazo una película argentina que se desarrolla en la Tierra del Fuego. Federico Luppi tiene que ir a Buenos Aires y se despide de su mujer. Ya a punto de irse, el último consejo es: “Si te van a violar, relájate y goza”.

“Relájate y goza, Silvia, relájate y goza”, se repite un par de veces. Entonces recupera fuerzas y mira la pinga del tipo. Está a medio palmo de su cara. No puede. Le da asco. El tipo sonríe satisfecho. Le están saliendo bien las cosas. Se masturba rápidamente y sigue intentando romper el pantalón. Quiere meterla de todos modos. De golpe Silvia recupera la voz y, sin pensar le grita:

-Fuck you, man! Use condón, son of bitch, hijo deputa! Use one condón! ¡Negro singao, maricón, abusador, hijo deputa, ojalá tuviera una pistola aquí, abusador! Fuck you! Use one condón!

El tipo, con su voz bronca, le dijo algo ininteligible y le sonó un par de galletazos por la cara que hicieron estremecer el cerebro de Silvia. El tipo quizás estaba drogado. Pegaba muy duro. Era mejor no enfurecerlo. No tenía preservativos. No le interesaban. Siguió masturbándose con la derecha. Con la izquierda registra en el pantalón de Silvia. Mete la mano por debajo del sweater y la camisa de lana. Toca la suave piel de ella. El tipo no lleva guantes y tiene las manos heladas. Le agarra las tetas. Las teticas. Silvia está muy delgada y tiene unos pechos diminutos. Siente aquella mano grande y áspera cómo las soba y le aprieta los pezones. Silvia piensa velozmente: “Le hago una paja y me voy corriendo. Este negro cabrón puede tener sida. Si me mete esa tranca me raja en dos pedazos y me deja aquí desangrándome. ¡Que se la meta el coño de su madre!” Rápidamente agarró la pinga con la mano derecha y se la masajeó. Es muy gorda y muy larga. Ahora se ha puesto más grande aún. Es enorme. “El forcejeo es lo que excita a este hijodemalamadre”, pensó Silvia. Se la apretó bien al tiempo que le bota la paja. Necesita entretenerlo y que se venga rápido. Silvia sabe hacerlo perfectamente. En La Habana se ha templado a unos cuantos negros. Pero siempre ella tenía la ventaja de ser blanca, joven y bonita. Los negros le perreaban atrás un buen tiempo hasta que al fin ella se decidía a dirigir la operación y llegar a la cama. Siempre tenía el sartén por el mango. Ahora se sentía humillada. Por primera vez en su vida. Le escupió en la cabeza de la pinga, pero casi no tenía saliva. El miedo le dejó la boca seca. Movió la lengua contra el cielo de la boca y acopió saliva porque de lo contrario el tipo le iba a meter la pinga en la boca y la obligaría a mamar. La paja le estaba saliendo bien porque el tipo emitía sonidos de placer. Ella temblaba. Sentía la mano congelada que le sobaba los pezones y se los pellizcaba. Ella se esforzaba con sus dos manos dándole pa´atrás y pa´lante. Se la meneaba y miraba alrededor. Nadie. No aparecía nadie. Aquello era un desierto semicongelado. “Ay, mi madre, si apareciera un policía y le entrara a palos a este negro cabrón”. Ella seguía meneando con las dos manos y mirando a uno y otro lado. La pinga seguía frente a ella, apuntando como un cañón, a medio palmo de su cara. De pronto el tipo le soltó un chorro de leche en la cara. Le bañó el rostro. Y otro lechazo más. “¡Qué cojones! ¡Tenía dos litros de leche en los huevos, el muy singao!”, pensó Silvia. La sorprendió. Ella no lo esperaba tan rápido y ya era tarde. Sintió el sabor ácido-dulce del semen en su lengua, en la garganta, en los labios. El olor acre de la leche. Le entró hasta por la nariz. Soltó la pinga. Se limpió con las manos. Tenía pañuelos de papel en el bolsillo. Los buscó. El tipo ahora se masturbaba él mismo, frenético y jadeando. Seguía soltando chorros de leche encima de Silvia y le ensució el abrigo. Ella volvió la cara. Escupió una y otra vez. Asqueada. El tipo quedó medio desfallecido. Ella lo empujó y salió caminando aprisa mientras se limpiaba con los pañuelos de papel y escupía. Resbaló varias veces en algunos charcos congelados y estuvo a punto de caer al suelo. Seguía con el sabor acre del semen en la boca. Y se había tragado un poco. Lo sentía más atrás de la garganta. “¿Por qué tenía la boca abierta? ¿Cómo es posible? ¿Seré estúpida? La tenía en la punta, el muy cochino, hacía un mes que no se venía. Me soltó dos litros de leche encima. ¡Coño de su madre, hijoputa! Tenía que tocarme a mí. No había otra en todo el parque. Si tuviera una pistola le entraba a tiros”. Iba rabiando y casi corriendo, a pesar de los resbalones. Blasfemaba y temblaba de frío, de nervios, de rabia, de furia, de impotencia.

En pocos minutos llegó al apartamento de su prima. Subió las escaleras hasta el segundo piso. Sacó las llaves y se detuvo antes de abrir la puerta. Cerró los ojos y pensó: “Tranquila, Silvia, tranquila”. Se pasó las manos por la cara, por el abrigo. Ya todo estaba seco. Se alisó el pelo y de nuevo concentró su mente calculadora: “Ya, no pasó nada, tranquila”. Abrió la puerta y entró sonriendo. No había nadie. Sobre la mesa un mensaje escrito con tinta roja en una hoja blanca: “Regresamos tarde. Cena tú sola. Hay pollo en la nevera”. Se quedó leyendo el mensaje una y otra vez. Muchas veces. Fue hasta el equipo de música y lo conectó. Tenía colocado un CD con “La Tempestad”, de Jean Sibelius. La música comenzó a invadir lentamente a Silvia. “Las Oceánicas”. Fue hasta el baño. Dejó la puerta abierta. Se desnudó. Hizo un gran bulto con toda la ropa. Después la botaría, incluido el abrigo que tenía las manchas secas y blanquecinas del semen. Se duchó largamente y lavó muy bien su pelo. Cepilló sus dientes dos veces. Se secó y se puso agua de colonia abundante. Siguió sintiendo asco. Las habitaciones estaban caldeadas y regresó desnuda a la sala, escuchando la música. Se dejó caer en una butaca, echó la cabeza atrás, cerró los ojos, y se olvidó de todo. Solo existía Sibelius. In crescendo.

Un mes después regresó a La Habana. Hacía nueve meses que viajaba. Seis meses en Madrid y tres en New York. Buscaba galerías que se interesaran por su pintura. Yo la esperaba en el aeropuerto. Se sorprendió cuando me vio. No me lo dijo pero lo leí en sus ojos: no esperaba verme después de tanto tiempo y de ciertas peleas telefónicas. Sobre todo en los últimos tres meses. Pero yo estaba enamorado como un perro. Eso es lo peor que le puede pasar a un hombre. Enamorarse demasiado y apasionarse con una mujer bella. Nos fuimos a su estudio. Pusimos a un lado el equipaje sin abrir y nos besamos. Un beso con lengua y chupones. Se nos olvidaron los nueve meses de separación y las broncas telefónicas. Templamos como dos locos. Igual que siempre. Seguimos así unos días más. Una tarde descansábamos en la cama. Lo recuerdo perfectamente. Me dijo:

-Tengo que decirte una cosa.

-¿Qué?

-Quizás tengo alguna enfermedad.

-¿Por qué? ¿Templaste sin preservativo?

-Me violaron en el Central Park, frente al apartamento de mi prima.

-Ah, no jodas, Silvia.

-En serio.

-No, no.

-Sí.

-Uff, ¿Y esperaste hasta ahora para decirlo? ¡Tú eres la más papayúa de Cuba?

Se quedó en silencio, mirándome. Vio que me empingué muchísimo, y cambió en un instante:

-Jajajá. Es un chiste. No me creas.

-¿Un chiste?

-Sí, jajajá.

-Sí te violaron. Chiste ni pinga.

-No te pongas así. Era un juego.

Nos quedamos en silencio, mirando al vacío. Me levanté de la cama. Fui a la cocina y preparé café. Me puse furioso. Con rabia como un perro. Tenía ganas de entrarle a piñazos a la pared y romperlo todo a patadas. Cuando regresé con el café Silvia lo había pensado mejor y me dijo:

-Cálmate y no te alteres. Te voy a contar cómo fue.

Me lo contó todo. Sin perder detalle. Hasta Sibelius. Se me pasó la furia. Pero no pude olvidar. Una semana después nos separamos. Silvia insistía en irse definitivamente. A Miami o New York. Sólo hablaba de eso. Obsesivamente. “Me siento encerrada en una jaula. Esta isla es una jaula”, me repetía continuamente. Quería que yo me fuera también. Yo no quería irme y ella no lo entendía. Me acusaba: “irracional, sentimentaloide, blandengue, cobarde, aguantón, no tienes por qué aguantar esta mierda”. Yo me defendía: “Está bien, soy un sentimental y no una computadora”. En fin, me desalenté mucho. Ya no podía acariciarla con ternura, no tenía erecciones. Nada. Una tarde cogí mi bicicleta. Puse en una bolsa lo poco que poseía, y me marché.

No sé donde vive ni que hace. No sé nada. Alguien me dijo que se casó con un siquiatra millonario, que vive en la zona de Cape Cod y que ha engordado muchísimo. No sé. Yo caí en un estado depresivo que me duró años. Fue terrible y no quiero recordar aquel tiempo: depresivo, furioso, rabioso, desconcertado, borracho todo el día, sin comida, sin dinero, claustrofóbico, con intenciones suicidas, todos los días me templaba a una negra diferente. A veces me pegaban ladillas. Las buscaba entre las más vulgares y prosaicas de mi barrio. Me gustaba golpearlas cuando las tenía bien clavadas, y ellas se arrebataban con mi sadismo. Quizás eso fue lo que me salvó: las borracheras, las mujeres, soltar furia, tirarlo todo a mierda, no esperar nada de nadie. Y escribir. En las madrugadas, borracho, escribía cuentos de todo lo que me sucedía. Era muy divertido. Y seguí adelante. Y aquí estoy.


© Pedro Juan Gutiérrez
Link a una entrevista con el escritor cubano.
http://josejavierfranco.blog.com.es/?tag=entrevistas