miércoles, 16 de diciembre de 2015

"BLACK MIRROR" UN ESPEJO MUY OSCURO

UN ESPEJO MUY NEG

THE NATIONAL ANTHEM
(BLACK MIRROR)








UN ESPEJO MUY OSCURO
Por:
Omar García Ramírez

“Black Mirror” no es una serie cualquiera. 

En una época, donde la televisión de la órbita cultural anglosajona pasa por una etapa de esplendor al convertirse en el recipiente activo de una serie de talentos actorales, escriturales y realizadores de gran factura, en Estados Unidos y Europa. "Black Mirror" destaca.

Charlie Brooker su productor, explicó el porqué del título de la serie a “The Guardian” y señaló: "Si la tecnología es una droga (y se siente como tal) entonces, ¿cuáles son los efectos secundarios?”

Arriesgando una hipótesis, a grandes rasgos los escritores y pensadores del viejo continente han seguido tres líneas claras en cuanto a esa visión de futuro: Los británicos han sido generadores de grandes distopías; los alemanes creadores de meta-discursos o grandes narraciones; por su parte los franceses han ejercido de deconstructores; operando sobre cuanta corriente filosófica se haya creado en el mundo. Estos últimos han hilado fino buscando nuevos caminos y ramificaciones, encontrando bajo de los adoquines las flores de la revuelta, bailando sobre las superestructuras tambaleantes al ritmo del jazz y el blues. 

Pero los ingleses, desde Mary Shelley (Frankestein); George Orwell (1984); Aldoux Huxley (Brave new world); H.G. Wells (La guerra de los mundos); por citar los escritores más relevantes  y sus obras más significativas; siempre han mantenido una distancia irónica frente a todo tipo de utopías, esto les ha permitido crear un humor lacerante, brillante y escéptico frente al mito, el poder, la sociedad, la ciencia y la filosofía. En el campo de la cinematografía tiene también una tradición. Películas tan disímiles pero al mismo tiempo cercanas en su intención como “Britannia Hospital” de Linsay Anderson; “La naranja mecánica” de Stanley Kubrick inspirada en la obra de Anthony Burguess y “Brazil” de Terry Guilliam,  han tenido la posibilidad de meter el dedo en la llaga y dejar al descubierto todo el sistema británico de control. Sistema que según los estudiosos de mitologías y conspiraciones comparadas, está al servicio de una casta elitista que tiene raíces en el linaje sumerio de los dragones; pero que, desde los tiempos de Napoleón ha dado a guardar su tesoro real a los Rothschild.  En escuelas de estudios sociales avanzados como la Tavistock el estudio del control de los pueblos, las masas y las multitudes ha sido una constante. Un imperio no se hace imperio,  sin haber estudiado a los habitantes de sus colonias, las sociedades y los vastos colectivos humanos que se disponían a dominar. El imperio británico les dio un idioma, la técnica, cierto estilo so british, un arcoíris de música amplificada; pero también el control militar, económico, propagandístico que más tarde devendría en sofisticado control bio-politico.

"BlacK Mirror" es una de esas series que sale en épocas doradas. Toca de manera brillante los temas más  candentes de la distopía presente y futura. En una época en donde las series televisivas han alcanzado cotas altísimas de calidad, superando en muchas ocasiones la complejidad artística del cine. En Norteamérica, Europa, Asia y en algunos países de Latinoamérica, la televisión ha logrado sacarse el remoquete de caja tonta para brindar a los espectadores obras técnicamente impecables,  brillantes guiones actorales y memorables puestas en escena. Resaltar de una manera particular sobre ese panorama es muy difícil, pero "Black Mirror" lo hace desde esa perspectiva que explora el rebaño conectado en los archivos de la Big Data manteniendo el humor negro, la pregunta filosófica y la ironía británica; esto la pone a la altura de grandes clásicos del género. Black Mirror utiliza efectos especiales muy racionados, solo los justos, prevaleciendo la corriente dramática al servicio de la obra. Desde el 2012 hasta el 2013 han salido dos temporadas con siete capítulos que se calcula han sido vistos por diez millones de personas en todo el mundo.


EL HIMNO

“The national anthem”

El capítulo que tomaré como ejemplo (me permitiré algunas ideas, pero no spoilers. Pretendo ser iniciador de espectadores. Los capítulos de las dos temporadas se pueden ver en You Tube) “El himno” a mi manera de ver planea una cuestión fundamental sobre el arte político de acción. Ese arte político que de alguna manera desequilibra al poder. El músico alemán Karlheinz Stockhausen dijo sobre los atentados del 11 de spt. 2001 que le parecían una verdadera obra de arte; Jean Baudrillard apostilló que aquello había sido una performance absoluta (y bueno estaban en Francia, de haber estado en la U.S.A habría pasado una larga temporada a la sombra después de haber sido sometidos a una serie de ordalías acompañadas de preguntas bastantes complejas). Esto parece una exageración que traspasa los límites demarcados por las artes contemporáneas, pero en un mundo de utopía fallida seguramente habrá un arte que estará dispuesto a romper códigos éticos y barreras morales. También es fácil predecir que ante un mundo cada vez más sofisticado en el ejercicio de la mirada escrutadora del Big Brother tendrán que saltar donde menos se les espera unos cuantos Guy Fawkes dispuestos a romper y a estallar. Ya se sabe lo de “Anónimos”; comenzó como una charada burlesca de jóvenes adolescentes, hoy por hoy, llevan varias batallas en donde el fenómeno hacker se ha refinado y radicalizado. 

Si el arte que se hace llamar como tal ya no puede ser el revulsivo del sistema porque esta imbricado de manera directa en el mercado simbólico del capitalismo global; si el arte ya no es más que el balbuceo plástico de una generación incapacitada para manejar los rudimentos de su técnica; Si el arte es un fetiche que ha perdido la fuerza de su magia simpática y no puede mediante su operación escénica neutralizar la maquina global que machaca con bombas sucias a los estados que se salen de sus lineamientos; máquina de guerra que despliega un sofisticado y complejo equipo de radares, máquinas climáticas tipo Harp, control mental de hondas hertzianas sobre el rebaño Matrix. Si el arte ha sido convertido en la estrella del cabaret brillante del capitalismo corporativo ––discurso minimalista para hípsters y filósofos de pared museística––. ¿Qué tipo de arte de acción y de compromiso, o que pretenda abrogarse para sí esas características, podría calificarse de tal? ¿Un arte cercano al accionismo pero con la capacidad de lacerar? ¿Un arte de sabotaje? ¿Un arte de alto significado simbólico que opere dentro de las redes y los medios de comunicación involucrando un público masivo? Los linderos de ese arte posible, hipotético, tocan dramáticamente con un accionar que podría no ser identificado como tal. Es decir, esos linderos entrarían en un terreno peligroso en donde las leyes, el estado policial y la maquinaria telemática de bio-control entrarían a jugar sus cartas de represión.

¿Hacia dónde marcha el arte critico dentro de una sociedad hiper-conectada? ¿Hacia dónde orientar su crítica sin que la fuerza de su gesto sea asimilada por el mercado? ¿Hacia dónde orientar su estética para que el ejercicio del arte no se convierta en una práctica  solipsista y elitista sin ninguna efectividad en el plano social? ¿Puede el arte hacer un llamado de conciencia mediante un extrañamiento burlesco poniendo a las masas frente a sus propias adiciones y pesadillas? ¿Una sátira hipermedia, una parodia virtual? ¿Arte de la crueldad; artaudiano teatro del absurdo?... El arte a la manera de una sentencia nietzcheana podría ser la capsula de cianuro, la bofetada, el llamado sobre la cima de la montaña.


Y me refiero a ese arte que pretende ser un arte con dientes y herramientas críticas. Ese arte que se autoproclama de vanguardia y quiere estar en la vanguardia tocando los puntos sensibles en el cuerpo del sistema. Ese arte que la academia aparentemente trata de impulsar. Ese arte en algunas ocasiones se ha convertido en una especie de león domesticado; fiera útil al aparatich burocrático mientras no ejerza cacería fuera de la jaula que ha sido diseñada para él. No me refiero a ese otro arte. El arte interior, de retiro y soledad que también es una vía valedera como otras en el campo del arte. El arte del símbolo hermético; la ceremonia alquímica en las fronteras externas del ruido y la farándula; oración del místico; forma plástica del que sale del escenario y va en busca de la palabra interior. Esa que no se puede pronunciar a costa de caer en repeticiones que no encuentran eco ni significado en un mundo de ruido; ágora-propaganda del nuevo orden mundial. En un mundo de arte-mercado en donde los significados mediatizados por curadurías y artistas engagé dentro del gran show institucional del arte son un chiste ridículo para bienales aggiornadas; en contraposición ese arte silencioso y modesto por el que siento una simpatía sincera (ya que no pretende hacer una crítica desde las coordenadas impuestas por los curadores afectos al tinglado), es arte del cuarto camino si se quiere ya que está fundamentada en una visión personal, ceremonia privada de trasmutación. 

Entonces se podría decir que existe un arte exotérico y un arte esotérico. El exotérico sería un arte político o con intenciones de efecto social; el otro sería un arte más opaco y centrado en lo espiritual. La pintura, en su esencia más compleja podría encajar dentro de esta última modalidad. El performance, la instalación y el ensamblaje caerían dentro de la órbita de un arte mediático, telemático y con intervención del video, la fotografía y el cine; y por supuesto el accionar vital sobre el mundo del espectáculo. El arte esotérico podría jugar un papel muy importante en la didáctica de jóvenes y ciudadanos libres; ciudadanos que puedan manejar un recurso expresivo tan importante como la misma escritura. El arte exotérico, de cara a la plaza, estaría más cercano a las multitudes ciudadanas; juglariadas, carnavales, el teatro del absurdo, la danza erótica y el baile popular de máscaras. 

Y ese arte que pretende preguntar, influir, trasformar, torpedear, boicotear, sabotear el poder cuando este representa injusticia, represión y miedo. Ese arte dinámico que trata de poner en evidencia al Golem, meter palos a la maquinaria de la guerra; tendería a convertirse en una arte problemático, cuestionador, que acciona sobre la línea de fuego. En nuestro país es realizado con independencia por una minoría de artistas y activistas que saben la importancia de su gesto, así de momento no sean comprendidos.  Para desgracia, otro sector pretende hacer conciencia y oposición mientras esperan los mendrugos que caen de las mesas de las burocracias oficiales de la cultura; grises estructuras que para malestar de una gran parte de los artistas se han trastocado en escenarios de feria. Esto sin lugar a dudas crea una distorsión  ya que  ese arte espectacular pretende ser conciencia social, espiritual, tercera religión agnóstica. Un arte que (de manera dudosa) está siendo patrocinado por grandes multinacionales ecocídas y genocidas mientras pretende romper brechas en los templos culturales y museos del imperio. Pasado el tiempo de créditos y la buena conciencia de cara al escenario, estas grietas serán rellenadas de nuevo con granito fundido y desaparecerán como cirugías plásticas en la cara de una señora animadora del espectáculo. 

Pero bueno, dejemos las digresiones sobre el asunto de arte oficial y arte por la libre, para centrarnos en el primer capítulo de Black Mirror…

Aunque en ese capítulo del seriado no se advierte para nada la presencia del artista, ya que ese actuación puede ser interpretada como una broma de mal gusto o un acto de terrorismo simbólico difuminado en la sombra (en el mundo occidental todo acto espectacular y violento que se sale de las coordenadas del sistema es considerado terrorismo y por su parte todo acto de barbarie cometido sobre otros enemigos en nombre de la ley y la cultura democrática es un acto de guerra legitimo).


¿Qué vínculos extraños y sutiles quiso señalar el artista anónimo de ese primer capítulo de la serie cuando impone una penitencia simbólica a un funcionario del poder real?; poder que ha estado respaldado  en su historia de guerra y pillaje por la secta oscura de la banca. Un imperio y sus finanzas entrelazadas con la usura y la realeza. La metáfora del cerdo allí en Inglaterra parece una bufonada brutal, pero tiene características de sacrilegio para cierto sector nobiliario; en la City de seguro, ese dramatizado, parteaguas de las serie, no fue de buen recibo por los señores cancerberos de las cajas fuertes. Los Shylocks mercaderes que siempre han merodeado a la sombra del poder cobrando sus diezmos como lo declarara Shakespeare.

El pueblo de otra parte solo ve el espectáculo. El pueblo toma sus pintas de Guiness en el pub y se asoma como apestosa y ruidosa horda de hooligans frente a las pantallas de televisión para burlarse del elegido para el escarmiento. El refocile con ese animal impuro, solo adquiere la estatura de un grito de guerra para un artista que muere con su enigma, dejando a los investigadores futuros decenas de interrogantes abiertas sobre el escenario. 

Una serie que pretende dar un toque de diana…Una serie que intenta abrir un enigma sobre el telón del fondo de la comedia. Ya que los otros capítulos son en resumidas cuentas una sátira mordaz sobre el mundo que vivimos ahora y en el que dentro de pocos años estaremos inmersos: las redes sociales, el amor con ciborgs, la política bajo la ley del espectáculo, los implantes electrónicos, el control de nuestra privacidad.

Somos los vigilados y castigados; somos los castigadores y los vigilantes. Moldean nuestras opiniones con la propaganda y caemos en la tentación de la política por medio de la guerra mediática y el periodismo de alienación: criaturas de encuestas twitter, carne de cañón del faceboock, coleccionistas del Instagram, seguidores de reality shows, consumidores de amarillismo cotilla,  cultura basura en el supermercado del fast food. Pero en este escenario de la vida telemática solo somos actores de una farsa abierta al escarmiento de borrachos y clochards. También en algún momento podremos oprimir el botón, marcar la diferencia en las encuestas… Y en algunos casos, los destronados por la osadía de un artista de acción serán reducidos a ser actores del vodevil mediático: el rey caminará desnudo; los señores de la gran corporación perderán su aura y tendrán que refocilarse con el símbolo ritual de su herejía.


https://youtu.be/Mn4KX1E_JP8





martes, 1 de diciembre de 2015

POEMAS UNDERWOOD / MARTIN ADAN (POETA PERUANO)

POEMAS UNDERWOOD (Publicado en "La Casa de Cartón")







Prosa dura y magnífica de las calles de la ciudad
sin inquietudes estéticas.
Por ellas se va con la policía a la felicidad.
La poesía gafa de las ventanas es un secreto de costureras.
No hay más alegría que la de ser un hombre bien vestido.
Tu corazón es una bocina prohibida por las ordenanzas
de tráfico.
Las casas rumian sus paces de buey.
Si dejaras saber que eres un poeta, irías a la comisaría.
Límpiate de entusiasmos los ojos.
Los automóviles te soban las caderas, volviendo la cabeza. Cree tú que son mujeres viciosas. Así tendrás tu aventura y tu sonrisa para después de la cena.
Los hombres que tropiezan tienen la carne encallecida de oficina.
El amor está en cualquier parte, pero en ninguna está de otro modo.
Pasaban obreros con los ojos resentidos con la tarde, con la ciudad y con los hombres.
¿Por qué había de fusilarte la Checa? Tú no has acaparado sino tu alma.
La ciudad lame la noche como una gata famélica.
Y tú eres un hombre feliz, quizá el único hombre feliz.
Tienes camisa y no tienes grandes pensamientos de ninguna clase.
Ahora siento cólera contra los acusadores y los consoladores.
Spengler es un tío asmático, y Pirandello es un viejo estúpido, casi un personaje suyo.
Pero no he de enfurecerme por pequeñeces.
Mil cosas han hecho los hombres peores que sus culturas: las novelas de Víctor Hugo, la democracia, la instrucción primaria, etcétera, etcétera, etcétera, etcétera.
Pero los hombres se empeñan en amarse los unos a los otros.
Y, como no lo consiguen, acaban por odiarse.
Porque no quieren creer que todo es irremediable.
La polis griega sospecho que fue un lupanar al que había que ir con revólver.
Y los griegos, a pesar de su cultura, fueron hombres felices.
Yo no he pecado mucho, pero ya sé de estas cosas.
Bertoldo diría estas cosas mejor, pero Bertoldo no las diría nunca. Él no se mete en honduras -y está viejo, quiere paz y hasta apoya a los moderados.
El mundo no está precisamente loco, pero sí demasiado decente. No hay manera de hacerle hablar cuando está borracho. Cuando no lo está, abomina de la borrachera o ama a su prójimo.
Pero yo no sé sinceramente qué es el mundo ni qué son los hombres.
Sólo sé que debo ser justo y honrado y amar a mi prójimo.
Y amo a los mil hombres que hay en mí, que nacen y mueren acada instante y no viven nada.
He aquí mis prójimos.
La justicia es unas estatuas feas en las plazas de las ciudades.
Ninguna de ellas me gusta ni poco ni mucho -no son diosas ni mujeres-.
Yo amo la justicia de las mujeres sin túnica y sin divinidad.
En punto a honradez, no soy de los peores.
Como mi pan a solas, sin dar envidia a mi prójimo.
Nací en una ciudad, y no sé ver el campo.
Me he ahorrado el pecado de desear que fuera mío.
En cambio deseo el cielo.
Casi soy un hombre virtuoso, casi un místico.
Me gustan los colores del cielo porque es seguro que no son tintes alemanes.
Me gusta andar por las calles algo perro, algo máquina, casi nada hombre.
No estoy muy convencido de mi humanidad; no quiero ser como los otros. No quiero ser feliz con permiso de la policía.
Ahora en las calles hay un poco de sol.
No sé quién se lo ha llevado, qué mal hombre, dejando manchas en el suelo como un animal degollado.
Pasa un perrito cojo -he aquí la única compasión, la única caridad, el único amor de que soy capaz-.
Los perros no tienen Lenin, y esto les garantiza una vida humana pero verdadera.
Andar por las calles como los hombres de Pío Baroja -(todos un poco perros)-.
Mascar huesos como los poetas de Murger, pero con serenidad.
Pero los hombres tienen posvida.
Por eso dedican su vida al amor del prójimo.
El dinero lo hacen para matar el tiempo inútil, el tiempo vacío…
Diógenes es un mito -la humanización del perro-.
El anhelo que tienen los grandes hombres de ser completamente perros. Los pequeños hombres quieren ser completamente grandes hombres, millonarios, a veces dioses.
Pero estas cosas deben decirse en voz baja -siento miedo de oírme a mí mismo-.
Yo no soy un gran hombre -yo soy un hombre cualquiera que ensaya las grandes felicidades-.
Pero la felicidad no basta a ser feliz.
El mundo está demasiado feo, y no hay manera de embellecerlo.
Sólo puedo imaginarlo como una ciudad de burdeles y fábricas bajo un aletazo de banderas rojas.
Yo me siento las manos delicadas.
¿Qué soy, qué quiero? Soy un hombre y no quiero nada.
O, tal vez, ser un hombre como los toros o como los otros.
Tú no tienes las ojeras demasiado grandes.
Yo quiero ser feliz de una manera pequeña. Con dulzura, con esperanza, con insatisfacción, con limitación, con tiempo, con perfección.
Ahora puedo embarcarme en un trasatlántico. E ir pescando durante la travesía aventuras como peces.
Pero ¿a dónde iría yo?
El mundo me es insuficiente.
Es demasiado grande, y no puedo desmenuzarlo en pequeñas satisfacciones como yo quiero.
La muerte es sólo un pensamiento, nada más, nada más…
Y yo quiero que sea un largo deleite con su fin, con su calidad.
El puerto, lleno de niebla, está demasiado romántico.
Citeres es un balneario norteamericano.
Los yanquis tienen la carne demasiado fresca, casi fría, casi muerta.
El panorama cambia como una película desde todas las esquinas.
El beso final ya suena en la sombra de la sala llena de candelasde cigarrillos. Pero ésta no es la escena final. Pero ello es por lo queel beso suena.
Nada me basta, ni siquiera la muerte; quiero medida, perfección, satisfacción, deleite.
¿Cómo he venido a parar en este cinema perdido y humoso?
La tarde ya se habría acabado en la ciudad. Y yo todavía me siento la tarde.
Ahora recuerdo perfectamente mis años inocentes. Y todos los malos pensamientos se me borran del alma. Me siento un hombre que no ha pecado nunca. Estoy sin pasado, con un futuro excesivo.
A casa…



Martín Adán (Lima, 1908 - 1985)

Martín Adán es el seudónimo de Rafael de la Fuente Benavides (1908-1985), uno de los escritores más caracterizados de la literatura peruana del siglo XX. Con La casa de cartón (1928), se pondrá a la vanguardia de la literatura de ese momento. El libro, de prosa lírica, se ha convertido en un clásico de las letras peruanas. Hacia 1931, Martín Adán inicia la escritura de uno de sus poemas mayores, Aloysius Acker. El texto se ha publicado fragmentariamente y en más de una ocasión fue destruido parcialmente por su autor, que lo retomó en otras ocasiones. Paralelamente Martín Adán, que había escrito unos poemas que llamó Underwood en su primer libro, inicia un largo tanteo poético con colecciones de versos como La rosa de la espinela (1939) o Sonetos a la rosa (1941). En esos poemas el autor abandona las formas de vanguardia y tiene un acercamiento a los versos medidos que se convertirán en característicos de su obra posterior. Travesía de extramares (1950) es un libro de importancia crucial en la poesía de Martín Adán. Así el poeta nos entrega un listado de sus preferencias literarias. En 1961, en un breve opúsculo titulado Escrito a ciegas, el poeta llega a una hermosa depuración del lenguaje, abandona los artificios, deja de usar términos rebuscados y llega a una inesperada hondura. En La mano desasida (1961), el poeta desata toda sus inhibiciones, deja de lado toda retórica, para preguntarse por el ser. El poeta cosifica su propio ser y anima el ser de Macchu Picchu. No es casual, que en la raíz de las más importantes obras de Martín Adán esté el fenómeno de la separación o de la muerte. De muchos modos desprendido de los sueños y deseos comunes, Martín Adán tiene con casi todos los peruanos el vínculo del sufrimiento de una sociedad difícil. La diferencia está en que él tiene la voz, la más precisa voz. Martín Adán vivió sus últimos días recluído, por decisión personal, en un hospital siquiátrico de Lima, tras haber intentado en varias oportunidades escapar de un alcoholismo crónico que lo deterioró hasta la muerte.

domingo, 29 de noviembre de 2015

TABAQUERÍA/ FERNANDO PESSOA







Fernando Pessoa
“Tabaquería”


No soy nada.
Nunca seré nada.
No puedo querer ser nada.
Aparte de esto, tengo en mí todos los sueños del mundo.

Ventanas de mi cuarto,
de mi cuarto de uno de los millones de gente que nadie sabe quién es
(y si supiesen quién es, ¿qué sabrían?),
dais al misterio de una calle constantemente cruzada por la gente,
a una calle inaccesible a todos los pensamientos,
real, imposiblemente real, evidente, desconocidamente evidente,
con el misterio de las cosas por lo bajo de las piedras y los seres,
con la muerte poniendo humedad en las paredes y cabellos blancos en los hombres,
con el Destino conduciendo el carro de todo por la carretera de nada.

Hoy estoy vencido, como si supiera la verdad.
Hoy estoy lúcido, como si estuviese a punto de morirme
y no tuviese otra fraternidad con las cosas
que una despedida, volviéndose esta casa y este lado de la calle
la fila de vagones de un tren, y una partida pintada
desde dentro de mi cabeza,
y una sacudida de mis nervios y un crujir de huesos a la ida.

Hoy me siento perplejo, como quien ha pensado y opinado y olvidado.
Hoy estoy dividido entre la lealtad que le debo
a la tabaquería del otro lado de la calle, como cosa real por fuera,
y a la sensación de que todo es sueño, como cosa real por dentro.

He fracasado en todo.
Como no me hice ningún propósito, quizá todo no fuese nada.
El aprendizaje que me impartieron,
me apeé por la ventana de las traseras de la casa.
Me fui al campo con grandes proyectos.
Pero sólo encontré allí hierbas y árboles,
y cuando había gente era igual que la otra.
Me aparto de la ventana, me siento en una silla. ¿En qué voy a pensar?
¿Qué sé yo del que seré, yo que no sé lo que soy?
¿Ser lo que pienso? Pero ¡pienso ser tantas cosas!
¡Y hay tantos que piensan ser lo mismo que no puede haber tantos!
¿Un genio? En este momento
cien mil cerebros se juzgan en sueños genios como yo,
y la historia no distinguirá, ¿quién sabe?, ni a uno,
ni habrá sino estiércol de tantas conquistas futuras.
No, no creo en mí.
¡En todos los manicomios hay locos perdidos con tantas convicciones!
Yo, que no tengo ninguna convicción, ¿soy más convincente o menos convincente?

No, ni en mí...
¿En cuántas buhardillas y no buhardillas del mundo
no hay en estos momentos genios-para-sí-mismos soñando?
¿Cuántas aspiraciones altas y nobles y lúcidas
-sí, verdaderamente altas y nobles y lúcidas-,
y quién sabe si realizables, no verán nunca la luz del sol verdadero
ni encontrarán quien les preste oídos?
El mundo es para quien nace para conquistarlo
y no para quien sueña que puede conquistarlo, aunque tenga razón.
He soñado más que lo que hizo Napoleón.
He estrechado contra el pecho hipotético más humanidades que Cristo,
he pensado en secreto filosofías que ningún Kant ha escrito.
Pero soy, y quizá lo sea siempre, el de la buhardilla,
aunque no viva en ella;
seré siempre el que no ha nacido para eso;
seré siempre el que tenía condiciones;
seré siempre el que esperó que le abriesen la puerta al pie de una pared sin puerta
y cantó la canción del Infinito en un gallinero,
y oyó la voz de Dios en un pozo tapado.
¿Creer en mí? No, ni en nada.
Derrámame la naturaleza sobre mi cabeza ardiente
su sol, su lluvia, el viento que tropieza en mi cabello,
y lo demás que venga si viene, o tiene que venir, o que no venga.
Esclavos cardíacos de las estrellas,
conquistamos el mundo entero antes de levantarnos de la cama;
pero nos despertamos y es opaco,
nos levantamos y es ajeno,
salimos de casa y es la tierra entera,
y el sistema solar y la Vía Láctea y lo Indefinido.

(¡Come chocolatinas, pequeña,
come chocolatinas!
Mira que no hay más metafísica en el mundo que las chocolatinas,
mira que todas las religiones no enseñan más que la confitería.
¡Come, pequeña sucia, come!
¡Ojalá comiese yo chocolatinas con la misma verdad con que comes!
Pero yo pienso, y al quitarles la platilla, que es de papel de estaño,
lo tiro todo al suelo, lo mismo que he tirado la vida.)

Pero por lo menos queda de la amargura de lo que nunca seré
la caligrafía rápida de estos versos,
pórtico partido hacia lo Imposible.
Pero por lo menos me consagro a mí mismo un desprecio sin lágrimas,
noble, al menos, en el gesto amplio con que tiro
la ropa sucia que soy, sin un papel, para el transcurrir de las cosas,
y me quedo en casa sin camisa.

(Tú, que consuelas, que no existes y por eso consuelas,
o diosa griega, concebida como una estatua que estuviese viva,
o patricia romana, imposiblemente noble y nefasta,
o princesa de trovadores, gentilísima y disimulada,
o marquesa del siglo dieciocho, descotada y lejana,
o meretriz célebre de los tiempos de nuestros padres,
o no sé qué moderno -no me imagino bien qué-,
todo esto, sea lo que sea, lo que seas, ¡si puede inspirar, que inspire!
Mi corazón es un cubo vaciado.
Como invocan espíritus los que invocan espíritus, me invoco
a mí mismo y no encuentro nada.
Me acerco a la ventana y veo la calle con absoluta claridad,
veo las tiendas, veo las aceras, veo los coches que pasan,
veo a los entes vivos vestidos que se cruzan,
veo a los perros que también existen,
y todo esto me pesa como una condena al destierro,
y todo esto es extranjero, como todo.)

He vivido, estudiado, amado, y hasta creído,
y hoy no hay un mendigo al que no envidie sólo por no ser yo.
Miro los andrajos de cada uno y las llagas y la mentira,
y pienso: puede que nunca hayas vivido, ni estudiado, ni amado ni creído
(porque es posible crear la realidad de todo eso sin hacer nada de eso);
puede que hayas existido tan sólo, como un lagarto al que cortan el rabo
y que es un rabo, más acá del lagarto, removidamente.

He hecho de mí lo que no sabía,
y lo que podía hacer de mí no lo he hecho.
El disfraz que me puse estaba equivocado.
Me conocieron enseguida como quien no era y no lo desmentí, y me perdí.
Cuando quise quitarme el antifaz,
lo tenía pegado a la cara.
Cuando me lo quité y me miré en el espejo,
ya había envejecido.
Estaba borracho, no sabía llevar el dominó que no me había quitado.
Tiré el antifaz y me dormí en el vestuario
como un perro tolerado por la gerencia
por ser inofensivo
y voy a escribir esta historia para demostrar que soy sublime.

Esencia musical de mis versos inútiles,
ojalá pudiera encontrarme como algo que hubiese hecho,
y no me quedase siempre enfrente de la tabaquería de enfrente,
pisoteando la conciencia de estar existiendo
como una alfombra en la que tropieza un borracho
o una estera que robaron los gitanos y no valía nada.

Pero el propietario de la tabaquería ha asomado por la puerta y se ha quedado a la puerta.
Le miro con incomodidad en la cabeza apenas vuelta,
y con la incomodidad del alma que está comprendiendo mal.
Morirá él y moriré yo.
Él dejará la muestra y yo dejaré versos.
En determinado momento morirá también la muestra, y los versos también.
Después de ese momento, morirá la calle donde estuvo la muestra,
y la lengua en que fueron escritos los versos,
morirá después el planeta girador en que sucedió todo esto.
En otros satélites de otros sistemas cualesquiera algo así como gente
continuará haciendo cosas semejantes a versos y viviendo debajo de cosas semejantes a muestras,
siempre una cosa enfrente de la otra,
siempre una cosa tan inútil como la otra,
siempre lo imposible tan estúpido como lo real,
siempre el misterio del fondo tan verdadero como el sueño del misterio de la superficie,
siempre esto o siempre otra cosa o ni una cosa ni la otra.

Pero un hombre ha entrado en la tabaquería (¿a comprar tabaco?),
y la realidad plausible cae de repente encima de mí.
Me incorporo a medias con energía, convencido, humano,
y voy a tratar de escribir estos versos en los que digo lo contrario.
Enciendo un cigarrillo al pensar en escribirlos
y saboreo en el cigarrillo la liberación de todos los pensamientos.
Sigo al humo como a una ruta propia,
y disfruto, en un momento sensitivo y competente,
la liberación de todas las especulaciones
y la conciencia de que la metafísica es una consecuencia de encontrarse indispuesto.

Después me echo para atrás en la silla
y continúo fumando.
Mientras me lo conceda el destino seguiré fumando.
(Si me casase con la hija de mi lavandera
a lo mejor sería feliz.)
Visto lo cual, me levanto de la silla. Me voy a la ventana.

El hombre ha salido de la tabaquería (¿metiéndose el cambio en el bolsillo de los pantalones?).
Ah, le conozco: es el Esteves sin metafísica.
(El propietario de la tabaquería ha llegado a la puerta.)
Como por una inspiración divina, Esteves se ha vuelto y me ha visto.
Me ha dicho adiós con la mano, le he gritado ¡Adiós, Esteves! , y el Universo
se me reconstruye sin ideales ni esperanza, y el propietario de la tabaquería se ha sonreído.



Poeta, ensayista y traductor portugués nacido en Lisboa en 1888. 
Es la figura más representativa de la poesía portuguesa del siglo XX. Sus primeros años transcurrieron en Ciudad del Cabo mientras su padrastro ocupaba el consulado de Portugal en Sudáfrica.  A los diecisiete años viajó a Lisboa, donde después de interrumpir estudios de Letras alternó el trabajo de oficinista  con su interés por la actividad literaria.
La influencia que en él ejercieron autores como Nietzsche, Milton y Shakespeare, lo llevaron a traducir parte de sus obras y a producir los primeros poemas en idioma inglés. Dirigió varias revistas  y pronto se convirtió en el propulsor del surrealismo portugués.
"Mensaje" fue su primera obra en portugués y única publicada en vida del poeta. Parte de su obra está representada por los numerosos heterónimos creados durante su vida, siendo los más importantes  Alvaro de Campos, Ricardo Reis y Alberto Caeiro.
Falleció en Lisboa en 1935.